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Título: El largo camino (capítulo 4)
Fandom: Supernatural
Pairing: Ruby/Castiel
Rating: PG-13
Advertencias: Spoilers hasta el 4x04, temas religiosos, etc. etc. Creo que ya lo sabéis.
Agradecimientos:
mileya y
m_enia , no sé qué haría sin vosotras.
Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4
Una simple llamada con los nudillos sobre la puerta de la habitación, y de inmediato los hermanos Winchester se pusieron en estado de alerta. Empuñaron sus armas y se acercaron a la entrada, lentamente y en silencio. Dean se inclinó para espiar por la mirilla mientras Sam le cubría, y al ver quién estaba al otro lado soltó una palabrota.
- ¿Qué ocurre, Dean?
- ¡No me puedo creer que se haya atrevido a venir aquí!- exclamó éste, rojo de furia, mientras abría la puerta de golpe, revelando la presencia de Ruby.
- Antes de empezar con la ronda de insultos y los intentos de matarme- le dijo ella, sin darle opción a hablar-, necesito que me pongas en contacto con Castiel.
Un silencio estupefacto siguió a sus palabras, los dos hermanos mirándola como si pensaran que estaban alucinando. O que lo estaba ella.
- ¿Qué?- preguntó Dean finalmente.
- Ruby, ¿no decías que te aterraban los…?- comenzó Sam al mismo tiempo, pero ella le interrumpió con un gesto impaciente.
- ¿Os molestaría mucho que continuáramos esta charla dentro de la habitación, chicos? No es por nada, pero a lo mejor los otros huéspedes del motel empiezan a pensar raro de vosotros si os oyen hablar de demonios y ángeles como si tal cosa- se burló, avanzando entre los dos para adentrarse en el cuarto. Los Winchester la siguieron con la mirada y luego Sam, reaccionando el primero, cerró la puerta.
- Ruby, ¿qué está pasando?- le preguntó, con las manos apoyadas en las caderas-. Dijiste que te daban pánico los ángeles, ¿y ahora quieres que Dean te organice un cara a cara con uno?
- Es importante, Sam. Os lo explicaré todo más adelante.
- De eso nada- intervino Dean-. Lo explicarás ahora, y más te vale ser convincente si quieres que considere aunque sea remotamente ayudarte. Suponiendo que pueda, que ésa es otra. ¿Qué te hace pensar que tengo el número del busca de Castiel? Hasta ahora, se ha limitado a aparecer cuando le ha dado la gana.
- Créeme, no recurriría a ti si tuviera otra opción. He intentado encontrarle por mi cuenta, pero no estaba donde yo esperaba localizarle- contestó Ruby-. Así que mi única pista, por desgracia, eres tú. Y ahora, ¿vas a ayudarme o no?
- ¿A ti? Ni de coña- replicó Dean-. A saber qué te traerás entre manos y para qué quieres verle.
- Huy, qué territoriales estamos, ¿no?- le provocó ella, pero antes de que Dean pudiera contestarle con el insulto que tenía preparado, les interrumpió otra voz desde el fondo de la habitación.
- Estoy aquí.
Castiel les vio girarse hacia él y observó las distintas expresiones que pasaron por sus rostros. Dean se veía incómodo, como de costumbre. La presencia del ángel seguía siendo para él el recordatorio de demasiadas cosas con las que no quería lidiar. Sam le observaba con atención, con la curiosidad lógica de quien ha oído hablar mucho de alguien y por fin se encuentra con él en persona. Y Ruby…
Ruby le miraba con una mezcla de aprensión y alivio, como si no pudiera decidir si quería ir hacia él o salir huyendo. El ángel pudo leer en sus ojos que tenía muy presente su último encuentro y la agitación que le había provocado.
El también lo recordaba. En realidad, apenas había podido quitárselo de la cabeza en los días transcurridos.
Al verla llegar a la mansión la primera vez, Castiel había sentido una aguda punzada de decepción, que se había ido transformando en desconcierto, y más tarde en preocupación, a medida que pasaban las semanas y Ruby seguía aguantando una humillación tras otra. ¿Por qué lo hacía? ¿Tanto necesitaba volver con los suyos como para eso?
No se le había ocurrido pensar que pudiera estar allí para espiar a Lilith. Era cierto que ella lo había sugerido la primera vez que hablaron, pero de eso a hacerlo realidad había una gran diferencia. La verdad, Castiel no se lo había tomado en serio.
Sin embargo, así era. Ruby estaba soportando un verdadero infierno, y arriesgándose a caer en otro muchísimo peor si Lilith la descubría, todo para ayudarles a averiguar los planes de Azazel y, tal vez, contribuir a inclinar la balanza de aquella guerra en favor de los humanos. La admiración que Castiel sintió por ella en aquel momento no tuvo límites. Incluso tuvo que contener una sonrisa al oírla hablar en plural, incluyéndose automáticamente en su equipo. Parecía que esa demonio nunca iba a dejar de sorprenderle.
Por eso, cuando ella reaccionó con tanta violencia al asunto de los pactos, Castiel no había podido evitar tocarla para transmitirle calma. Por un lado, porque deseaba reconfortarla, pero sobre todo, porque si conseguía hacerle recordar lo que era estar en paz, aunque sólo fuera un momento, tal vez naciera en ella el deseo de liberarse de su odio. Un odio que la mantenía en el infierno mucho más firmemente que las cadenas que sujetaban a los condenados.
Con lo que no había contado era con la oleada de emoción que le inundó a él, haciéndole sentir como si el corazón se le encogiera y se le hinchara dentro del pecho al verla reclinarse contra su mano como si necesitara ese apoyo para seguir en pie. Durante un breve segundo tuvo una visión de Ruby, cuando aún era humana y vivía en una pequeña aldea cerca de Jerusalén. Una hermosa muchacha de piel olivácea y ojos oscuros, no muy distintos de los de la chica cuyo cuerpo ocupaba ahora. Alegre y llena de vida, la había visto reír en la cocina de su casa, mientras ayudaba a su madre y sus hermanas a preparar dulces de miel y frutos secos para la fiesta del fin del Ramadán. Tenía quince años cuando los ejércitos de la iglesia llegaron allí y arrasaron con todo lo que ella amaba, en nombre de Dios. Cuando la quemaron por brujería, acababa de cumplir los dieciocho.
Lo trágico de su vida había afectado profundamente a Castiel, haciéndole mucho más difícil lo que había tenido que contarle justo después. Lo último que habría querido era hacerle más daño.
Las cosas no habían mejorado en los días que siguieron, mientras el ángel continuaba vigilando al séquito de Lilith y siendo testigo de las vejaciones que los otros demonios infligían a Ruby. A cada segundo, Castiel se debatía entre el impulso de sacarla de allí y ponerla a salvo, y la certeza de que ella era su única esperanza de conseguir la información que necesitaban. Tenía que recordarse constantemente que ella era fuerte y sabía cuidar de sí misma.
Cuando Uriel había llegado para relevarle, no supo si sentirse aliviado o más inquieto aún por tener que marcharse.
Y ahora, al verla de nuevo, las señales de fatiga y tensión que detectó en el rostro femenino le dijeron que había tenido razón al preocuparse. Ruby estaba realizando una durísima tarea, y por desgracia él no podía hacer otra cosa que esperar.
- Por cierto, Ruby, si necesitabas verme, sólo tenías que llamar- dijo el ángel, rompiendo el incómodo silencio que se había aposentado en la habitación cuando hizo su aparición.
- Eh, eh, alto ahí un momento- interrumpió Dean, levantando ligeramente las manos como si pidiera calma-. ¿Vosotros dos os conocéis?
- Nos hemos visto- replicó ella escuetamente.
- ¿Y quieres explicarme en ese caso cómo es que ella sigue aquí en vez de estar de vuelta en el infierno?- preguntó entonces, dirigiéndose a Castiel.
Este se adelantó un par de pasos, acercándose a ellos, y contestó con su habitual calma-. En realidad, Ruby nos está ayudando.
- ¡¿Qué?!- exclamó Dean. Castiel se volvió hacia Ruby, pidiéndole con la mirada que lo explicara ella misma.
- No tenemos tiempo para esto- respondió ella, cruzándose de brazos con aire de exasperación- He venido para avisarte de que Lillith está preparando algo gordo.
- Por favor- insistió el ángel suavemente.
Ruby puso los ojos en blanco y suspiró-. Está bien. Mira, Sam, básicamente lo que ocurre es que Castiel, aquí presente, me dijo que al convencerte de que usaras tus poderes te estaba haciendo cumplir con los planes de Azazel, así que pensé que la única manera de demostrarle que se equivocaba era averiguar de una vez por todas cuál es ese maldito plan tan misterioso. Eso es todo, no hay razón para montar este drama.
- ¿Y lo has hecho?- preguntó Sam.
Ruby torció la boca en un gesto de frustración-. Estoy en ello.
El más joven de los Winchester consideró su respuesta durante unos segundos, y Castiel casi podía oír los engranajes de su cerebro funcionando.
- Ruby, ¿exactamente cómo estás intentando averiguarlo?
Antes de contestar, ella se metió las manos en los bolsillos, se mordió el labio inferior, se encogió de hombros y exhaló lentamente el aire por la nariz, como si supiera qué clase de reacción provocaría su respuesta y se sintiera reticente a darla-. Me he metido en el grupito de Lilith.
Sam arqueó las cejas y formó una perfecta “o” con la boca, sin decir nada, pero Dean avanzó hacia Castiel, tenso como la cuerda de un arco.
- Ya he oído suficiente- siseó-. Puedo entender esta clase de cosas en mi hermano, ¿vale? El es de los que creen que las dependientas te sonríen porque son felices en su trabajo y que los políticos realmente quieren mejorar el país. ¿Pero tú? ¿Qué clase de locura te puede llevar a confiar en las mentiras de esa zorra del demonio?
No era la primera vez que Dean le ponía a prueba con su insolencia, y normalmente Castiel lograba tolerarle bastante bien. Pero, al igual que el día del Alzamiento de los Testigos, cuando el ángel venía de llorar la muerte de seis de sus hermanos en batalla, esta vez sus palabras le hicieron hervir de furia por dentro. Tal vez fuera por haber tenido que presenciar durante tantos días lo que Ruby estaba soportando por ayudarles sin poder hacer nada por ella, pero oírla denigrada de esa forma casi consiguió romper su autocontrol. Despacio y deliberadamente, se adelantó hacia Dean, invadiendo su espacio, con una expresión severa y tensa en el rostro. En la periferia de su visión percibió que Sam se adelantaba instintivamente para proteger a su hermano y que Ruby daba un respingo, y por un momento los cuatro se quedaron quietos como en una imagen congelada, a la espera de lo que sucedería después.
Pero al mirar a Dean a los ojos, desconcertados y asustados, Castiel recordó todo lo que los demonios les habían hecho a él y a su familia, y sintió que su rabia se disipaba un poco. Se avergonzó de su arrebato, y la dureza de su expresión se vino abajo.
- Uno de estos días- le susurró, a pesar de todo-, tendrás que aprender a controlar tu lengua antes de que otro con menos paciencia que yo te la haga tragar.
Se apartó ligeramente y le habló con su habitual calma.
- Ruby no está mintiendo- afirmó-, y no es algo en lo que confíe, es algo que sé. Igual que sé que tu bravuconería se debe a que estás muerto de miedo, porque crees que la razón por la que te trajimos de vuelta es para que mates a Sam si llega a inclinarse hacia el mal.
A Dean empezó a temblarle el labio inferior. Bajó la cabeza e hizo el amago de volverse hacia atrás, hacia donde Sam permanecía con la vista clavada en él, los ojos llenos de emoción. Pero en vez de enfrentar la mirada de su hermano, al final sacudió la cabeza y en dos pasos llegó hasta la puerta de la habitación, dando un sonoro portazo al salir.
- Iré a hablar con él- anunció Sam, y se marchó en pos de Dean.
En el silencio que siguió a su partida, Ruby bajó la cabeza, apesadumbrada.
- Es inútil- murmuró-. Me odia demasiado. Jamás lo aceptará.
Castiel se le acercó despacio, la sujetó suavemente por un codo y la condujo hasta el pie de una de las camas, sentándose en ella e indicándole a Ruby que hiciera lo mismo.
- Odia a los demonios en general, no a ti- le dijo, conciliador-. Tienes que entender que esto no es fácil para él, Ruby. Durante toda su vida, su mundo se ha basado en unas reglas muy claras y sencillas: los demonios son malvados y no hacen otra cosa que mentir; Dios no existe y por lo tanto no puede esperar su ayuda; conoce mejor a Sam de lo que él se conoce a sí mismo…- dejó escapar un suspiro cargado de tristeza-. Y me temo que, desde mi llegada, no he hecho más que derribarle esas creencias una por una. Ahora… ya ni siquiera reconoce el terreno que pisa. La única cosa que permanece constante en su vida es ese coche en el que ahora está sentado.
Ruby volvió la vista hacia la ventana, y a Castiel no se le escapó el destello de empatía que brilló en sus ojos cuando comprobó que, efectivamente, Dean se había refugiado en el Impala, y que Sam estaba sentado junto a él. Como si estuviera pensando que ella sabía muy bien lo que era sentirse así de perdido y desconcertado.
- Dean es una buena persona, Ruby- continuó el ángel-. Mejor de lo que él mismo cree. Sólo necesita un poco de tiempo para asimilar lo que está ocurriendo, eso es todo.
Ella ladeó la cabeza para contemplarle especulativamente.
- Parece que le conoces muy bien- dijo.
Castiel sonrió tristemente. Ni siquiera ella misma podía imaginarse cuánta razón tenía.
- Un poco- fue su respuesta.
Ruby asintió y bajó la mirada hacia el suelo, pensando en sólo Dios sabía qué. Entonces levantó la vista hacia Castiel y le dedicó una sonrisa tenue, casi cómplice.
- Gracias por defenderme- dijo en voz baja, y por alguna razón que no entendía, el ángel sintió que la boca se le secaba de repente. Se aclaró la garganta y contestó:
- Era lo más justo.
La demonio asintió de nuevo-. Aun así, te lo agradezco. No es algo que hayan hecho por mí muy a menudo.
Algo cambió sutilmente entre ellos mientras se miraban a los ojos, sentados uno al lado del otro en el silencio que siguió, como cuando el aire se carga de electricidad estática antes de una tormenta. Castiel notó una sensación extraña en la boca del estómago, una especie de calor extendiéndose desde el centro de su cuerpo hacia todas partes, y se preguntó si eso era lo que sentía un humano al ponerse enfermo.
Entonces se abrió la puerta, los hermanos Winchester volvieron a entrar en la habitación, y el momento pasó.
Dean parecía que hubiera envejecido cinco años de golpe, pero al menos se había calmado. No miró a Ruby, tan sólo se sentó en una silla junto a la mesa adosada a la pared opuesta, y dejó que Sam se encargara de su parte de la conversación.
- Bien- suspiró éste-, ahora que ya está todo claro, hablemos de lo que venías a contarnos, Ruby.
Ella se inclinó hacia delante, apoyando las manos sobre sus rodillas.
- Escuchad, aún no sé cuál es el famoso plan maestro, ¿de acuerdo? Todavía no me he ganado la confianza de Lilith lo bastante como para eso, y francamente no sé si algún día lo conseguiré. Pero sí he podido averiguar cuál va a ser su próximo paso.
- ¿El siguiente sello a romper?- intervino Castiel.
Ruby asintió-. Se trata de una especie de hechizo muy poderoso, que tiene que ser realizado en una noche concreta, en unas condiciones muy específicas. Su finalidad es hacer a Lilith corpórea.
- ¿Corpórea?- repitió Sam, intercambiando una mirada inquieta con su hermano-. ¿Quieres decir que ya no necesitaría poseer a nadie?
- Exacto. Lilith no es una demonio normal, ¿entendéis? Su forma de poseer un cuerpo es tan brutal que provoca un deterioro terrible en su anfitrión, por eso necesita cambiar de cuerpo periódicamente. Con esto evitaría ese problema, pero lo realmente grave es que ya no se le podría exorcizar- confirmó ella-. Sería libre para caminar sobre la tierra a su antojo.
Castiel casi pudo sentir vibrar el miedo que asomó a los ojos de los dos hermanos al oírla. Un pesado silencio cayó sobre la habitación durante unos momentos, mientras ambos trataban de asimilar la idea.
- Está bien- dijo Sam al final-. ¿Cómo vamos a impedirlo?
- No lo vamos a hacer- respondió Castiel, y tres pares de ojos se volvieron hacia él como si se hubiera vuelto loco.
- ¿Qué has dicho?- exclamó Dean, incrédulo.
- Oídme bien, los tres- contestó el ángel-. Nuestra principal prioridad sigue siendo descubrir cuáles eran los planes de Azazel y qué papel le tenían reservado a Sam en ellos. Nada es más importante. Y la única oportunidad que tenemos de averiguarlo consiste en que Ruby sea plenamente aceptada en el círculo de confianza de Lilith. Esta es la ocasión perfecta para lograrlo.
- ¿Qué quieres decir?- preguntó ella.
- Tienes que conseguir que Lilith te lleve con ella cuando vaya a realizar el ritual. No debería ser demasiado difícil, porque estará contando con que yo o alguno de mis hermanos aparezcamos para tratar de impedirlo, y asignará su defensa a demonios de los que no le importe prescindir. Cuando llegue ese momento, pelearé contigo y me vencerás.
- ¡¿Qué?! ¿Piensas en serio que Lilith va a tragarse eso?- Ruby se puso de pie y empezó a caminar arriba y abajo como asaltada por un estallido de energía nerviosa-. Sabe de sobra que si quisieras, podrías destrozarnos a todos en un segundo. Bastaría con que dejaras ese cuerpo y te mostraras en tu verdadera forma.
- Lo sé- insistió Castiel-. Pero creo que ha tomado precauciones contra eso también.
- ¿Qué clase de precauciones?- quiso saber Sam.
- Ruby me contó que Lilith ha estado haciendo pactos con humanos mediante engaños. Si es así, no son las almas de esas personas lo que quiere obtener. Tiene que ser otra cosa, algo que tengan que darle en esta vida, no en la otra. Creo que va a tomarlos como rehenes. Los usará como barrera cuando realice el ritual, confiando en que si alguno de nosotros aparece, no se atreva a desplegar su auténtica forma habiendo humanos inocentes de por medio.
Era una apuesta arriesgada por parte de Lilith, en el mejor de los casos. Castiel quería a sus hermanos, pero no se engañaba respecto a su forma de actuar. La mayoría de ellos no dudaría un segundo en matar a esos humanos, justificándolo en la idea de que con ello evitarían la muerte de muchos más. Pero en conciencia, no debían hacerlo. Se suponía que un ángel tenía el suficiente poder como para luchar con un grupo de demonios incluso sin utilizar su verdadera forma, así que no era estrictamente necesario matar a esas personas para vencer en la pelea. Tal vez fuera temerario por parte de Lilith jugar esa carta, pero no del todo descabellado. Y, en este caso, su arrogancia podría jugar a favor del otro bando.
- ¿Ese es tu plan, entonces? ¿Vamos allí, hacemos como que intentamos impedirlo y la dejamos ganar?- preguntó Dean con incredulidad.
- No- contestó Castiel, categórico-. El plan es que yo voy allí y me dejo ganar. Vosotros no podéis intervenir.
- ¿Te has vuelto loco?- insistió Dean-. ¿Vas a enfrentarte tú solo a un montón de demonios, sabiendo de antemano que estarás en desventaja?
- No he dicho que vaya a estar en desventaja. Sólo algo limitado- repuso Castiel con tranquilidad, y Dean arqueó las cejas ante ese alarde de confianza-. Lilith no se extrañará si yo aparezco, porque sabe perfectamente que la estamos vigilando. Pero si os ve a vosotros dos, adivinará de inmediato que Ruby os ha puesto al corriente de sus planes, y eso será su final. Y el de nuestras posibilidades de evitar el destino de tu hermano.
Ese argumento dio de lleno en la diana, tal como Castiel esperaba.
- Pero eso aún deja pendiente el hecho de que Lilith será mucho más peligrosa después de esto- intervino Sam.
- No realmente- le respondió el ángel-. Volverse corpórea no hará que aumenten sus poderes. Seguirá siendo vulnerable a ese cuchillo que tenéis, a las trampas del diablo, y todo lo demás. La sal y el agua bendita nunca le afectaron de todos modos, así que básicamente será igual que antes, sólo que ya no irá por ahí poseyendo niñas inocentes, lo cual es una enorme ventaja desde mi punto de vista. Y en cuanto a la ruptura del sello… Sólo es un sello más, aún quedan otros en pie. A veces hay que sacrificar terreno para ganar terreno.
- Sigo pensando que esto es una locura- opinó Ruby, meneando la cabeza-, pero en fin, es tu fiesta. Tú sabrás lo que haces. Yo tengo que irme ya o empezarán a sospechar.
- ¿Puedo contar contigo?- preguntó el ángel. Ella se detuvo en su camino hacia la salida y se volvió para mirarle significativamente a los ojos.
- Hasta el final- contestó, y luego se fue.
Castiel fingió ignorar la mirada que los Winchester cruzaron al oír las palabras de la demonio, demasiado ocupado en controlar el aleteo que sentía dentro del pecho en respuesta a esa mirada.
- Yo también debo marcharme- anunció-. Recordad que es de suma importancia que os mantengáis al margen de esto. No quiero sorpresas desagradables cuando llegue el momento, ¿de acuerdo?
Los dos hermanos asintieron, aunque a regañadientes.
- Ah, y Dean…- añadió Castiel-. Sólo para que lo sepas… Esa no fue la razón por la que te sacamos del infierno.
Dean aspiró una profunda bocanada de aire, mirándole con ojos llenos de sorpresa mezclada con una notable dosis de agradecimiento. Luego se volvió hacia su hermano, que le estaba observando a él, y cuando ambos quisieron contestar, Castiel ya había desaparecido.
**
Esa noche, Castiel reunió a sus hermanos para informarles de su plan. No hubo objeciones por parte de ninguno de ellos, pero cuando el grupo se disolvió para volver cada uno a su puesto, Gabriel se quedó rezagado hasta que sólo quedaron ellos dos.
- ¿Estás seguro de esto?- le preguntó, preocupado-. Sé lo importante que es esa información, pero vas a meterte de lleno en medio de un nido de demonios sin poder utilizar todo tu poder, y no me gusta. Estás poniendo tu vida en manos de Ruby, hermano. ¿Haste ese punto confías en ella?
- ¿Por qué no habría de hacerlo?- contestó el otro ángel- ¿No crees que lo que está arriesgando, lo que está sacrificando por ayudarnos es prueba más que suficiente de sus intenciones?
- ¿Es tu razón la que habla, o tu corazón, Castiel?
- No empieces otra vez, por favor- contestó, exasperado-. Querías que me concentrara en la misión, ¿no? Pues eso hago. Se nos ha presentado una oportunidad única para poder avanzar un poco en esta guerra, ¿y tú quieres que la deje pasar?
- No se trata de eso, sino de lo mucho que estás apostando por Ruby. Te conozco mejor que nadie, Castiel. Te estás apegando demasiado a ella.
- Lo único que estoy haciendo es permitir que nos ayude. ¿Qué tiene eso de malo? Ya ha demostrado que quiere cambiar, ¿por qué no darle una oportunidad? A lo mejor esto es lo único que esa chica necesita, que alguien confíe en ella para variar.
- Querrás decir "esa demonio"- le corrigió Gabriel-. No es una chica, hermano. No lo olvides.
Castiel apretó los dientes-. Una demonio que todavía recuerda lo que era ser una mujer. Para mí, eso cuenta.
Gabriel no contestó inmediatamente, estudiándole con aquella mirada sabia que parecía querer recordarle que siempre había sido capaz de ver a través de él.
- Sólo espero que sepas lo que estás haciendo, Castiel- dijo al final-. Sólo eso.
Capítulo 5
Fandom: Supernatural
Pairing: Ruby/Castiel
Rating: PG-13
Advertencias: Spoilers hasta el 4x04, temas religiosos, etc. etc. Creo que ya lo sabéis.
Agradecimientos:
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Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4
Una simple llamada con los nudillos sobre la puerta de la habitación, y de inmediato los hermanos Winchester se pusieron en estado de alerta. Empuñaron sus armas y se acercaron a la entrada, lentamente y en silencio. Dean se inclinó para espiar por la mirilla mientras Sam le cubría, y al ver quién estaba al otro lado soltó una palabrota.
- ¿Qué ocurre, Dean?
- ¡No me puedo creer que se haya atrevido a venir aquí!- exclamó éste, rojo de furia, mientras abría la puerta de golpe, revelando la presencia de Ruby.
- Antes de empezar con la ronda de insultos y los intentos de matarme- le dijo ella, sin darle opción a hablar-, necesito que me pongas en contacto con Castiel.
Un silencio estupefacto siguió a sus palabras, los dos hermanos mirándola como si pensaran que estaban alucinando. O que lo estaba ella.
- ¿Qué?- preguntó Dean finalmente.
- Ruby, ¿no decías que te aterraban los…?- comenzó Sam al mismo tiempo, pero ella le interrumpió con un gesto impaciente.
- ¿Os molestaría mucho que continuáramos esta charla dentro de la habitación, chicos? No es por nada, pero a lo mejor los otros huéspedes del motel empiezan a pensar raro de vosotros si os oyen hablar de demonios y ángeles como si tal cosa- se burló, avanzando entre los dos para adentrarse en el cuarto. Los Winchester la siguieron con la mirada y luego Sam, reaccionando el primero, cerró la puerta.
- Ruby, ¿qué está pasando?- le preguntó, con las manos apoyadas en las caderas-. Dijiste que te daban pánico los ángeles, ¿y ahora quieres que Dean te organice un cara a cara con uno?
- Es importante, Sam. Os lo explicaré todo más adelante.
- De eso nada- intervino Dean-. Lo explicarás ahora, y más te vale ser convincente si quieres que considere aunque sea remotamente ayudarte. Suponiendo que pueda, que ésa es otra. ¿Qué te hace pensar que tengo el número del busca de Castiel? Hasta ahora, se ha limitado a aparecer cuando le ha dado la gana.
- Créeme, no recurriría a ti si tuviera otra opción. He intentado encontrarle por mi cuenta, pero no estaba donde yo esperaba localizarle- contestó Ruby-. Así que mi única pista, por desgracia, eres tú. Y ahora, ¿vas a ayudarme o no?
- ¿A ti? Ni de coña- replicó Dean-. A saber qué te traerás entre manos y para qué quieres verle.
- Huy, qué territoriales estamos, ¿no?- le provocó ella, pero antes de que Dean pudiera contestarle con el insulto que tenía preparado, les interrumpió otra voz desde el fondo de la habitación.
- Estoy aquí.
Castiel les vio girarse hacia él y observó las distintas expresiones que pasaron por sus rostros. Dean se veía incómodo, como de costumbre. La presencia del ángel seguía siendo para él el recordatorio de demasiadas cosas con las que no quería lidiar. Sam le observaba con atención, con la curiosidad lógica de quien ha oído hablar mucho de alguien y por fin se encuentra con él en persona. Y Ruby…
Ruby le miraba con una mezcla de aprensión y alivio, como si no pudiera decidir si quería ir hacia él o salir huyendo. El ángel pudo leer en sus ojos que tenía muy presente su último encuentro y la agitación que le había provocado.
El también lo recordaba. En realidad, apenas había podido quitárselo de la cabeza en los días transcurridos.
Al verla llegar a la mansión la primera vez, Castiel había sentido una aguda punzada de decepción, que se había ido transformando en desconcierto, y más tarde en preocupación, a medida que pasaban las semanas y Ruby seguía aguantando una humillación tras otra. ¿Por qué lo hacía? ¿Tanto necesitaba volver con los suyos como para eso?
No se le había ocurrido pensar que pudiera estar allí para espiar a Lilith. Era cierto que ella lo había sugerido la primera vez que hablaron, pero de eso a hacerlo realidad había una gran diferencia. La verdad, Castiel no se lo había tomado en serio.
Sin embargo, así era. Ruby estaba soportando un verdadero infierno, y arriesgándose a caer en otro muchísimo peor si Lilith la descubría, todo para ayudarles a averiguar los planes de Azazel y, tal vez, contribuir a inclinar la balanza de aquella guerra en favor de los humanos. La admiración que Castiel sintió por ella en aquel momento no tuvo límites. Incluso tuvo que contener una sonrisa al oírla hablar en plural, incluyéndose automáticamente en su equipo. Parecía que esa demonio nunca iba a dejar de sorprenderle.
Por eso, cuando ella reaccionó con tanta violencia al asunto de los pactos, Castiel no había podido evitar tocarla para transmitirle calma. Por un lado, porque deseaba reconfortarla, pero sobre todo, porque si conseguía hacerle recordar lo que era estar en paz, aunque sólo fuera un momento, tal vez naciera en ella el deseo de liberarse de su odio. Un odio que la mantenía en el infierno mucho más firmemente que las cadenas que sujetaban a los condenados.
Con lo que no había contado era con la oleada de emoción que le inundó a él, haciéndole sentir como si el corazón se le encogiera y se le hinchara dentro del pecho al verla reclinarse contra su mano como si necesitara ese apoyo para seguir en pie. Durante un breve segundo tuvo una visión de Ruby, cuando aún era humana y vivía en una pequeña aldea cerca de Jerusalén. Una hermosa muchacha de piel olivácea y ojos oscuros, no muy distintos de los de la chica cuyo cuerpo ocupaba ahora. Alegre y llena de vida, la había visto reír en la cocina de su casa, mientras ayudaba a su madre y sus hermanas a preparar dulces de miel y frutos secos para la fiesta del fin del Ramadán. Tenía quince años cuando los ejércitos de la iglesia llegaron allí y arrasaron con todo lo que ella amaba, en nombre de Dios. Cuando la quemaron por brujería, acababa de cumplir los dieciocho.
Lo trágico de su vida había afectado profundamente a Castiel, haciéndole mucho más difícil lo que había tenido que contarle justo después. Lo último que habría querido era hacerle más daño.
Las cosas no habían mejorado en los días que siguieron, mientras el ángel continuaba vigilando al séquito de Lilith y siendo testigo de las vejaciones que los otros demonios infligían a Ruby. A cada segundo, Castiel se debatía entre el impulso de sacarla de allí y ponerla a salvo, y la certeza de que ella era su única esperanza de conseguir la información que necesitaban. Tenía que recordarse constantemente que ella era fuerte y sabía cuidar de sí misma.
Cuando Uriel había llegado para relevarle, no supo si sentirse aliviado o más inquieto aún por tener que marcharse.
Y ahora, al verla de nuevo, las señales de fatiga y tensión que detectó en el rostro femenino le dijeron que había tenido razón al preocuparse. Ruby estaba realizando una durísima tarea, y por desgracia él no podía hacer otra cosa que esperar.
- Por cierto, Ruby, si necesitabas verme, sólo tenías que llamar- dijo el ángel, rompiendo el incómodo silencio que se había aposentado en la habitación cuando hizo su aparición.
- Eh, eh, alto ahí un momento- interrumpió Dean, levantando ligeramente las manos como si pidiera calma-. ¿Vosotros dos os conocéis?
- Nos hemos visto- replicó ella escuetamente.
- ¿Y quieres explicarme en ese caso cómo es que ella sigue aquí en vez de estar de vuelta en el infierno?- preguntó entonces, dirigiéndose a Castiel.
Este se adelantó un par de pasos, acercándose a ellos, y contestó con su habitual calma-. En realidad, Ruby nos está ayudando.
- ¡¿Qué?!- exclamó Dean. Castiel se volvió hacia Ruby, pidiéndole con la mirada que lo explicara ella misma.
- No tenemos tiempo para esto- respondió ella, cruzándose de brazos con aire de exasperación- He venido para avisarte de que Lillith está preparando algo gordo.
- Por favor- insistió el ángel suavemente.
Ruby puso los ojos en blanco y suspiró-. Está bien. Mira, Sam, básicamente lo que ocurre es que Castiel, aquí presente, me dijo que al convencerte de que usaras tus poderes te estaba haciendo cumplir con los planes de Azazel, así que pensé que la única manera de demostrarle que se equivocaba era averiguar de una vez por todas cuál es ese maldito plan tan misterioso. Eso es todo, no hay razón para montar este drama.
- ¿Y lo has hecho?- preguntó Sam.
Ruby torció la boca en un gesto de frustración-. Estoy en ello.
El más joven de los Winchester consideró su respuesta durante unos segundos, y Castiel casi podía oír los engranajes de su cerebro funcionando.
- Ruby, ¿exactamente cómo estás intentando averiguarlo?
Antes de contestar, ella se metió las manos en los bolsillos, se mordió el labio inferior, se encogió de hombros y exhaló lentamente el aire por la nariz, como si supiera qué clase de reacción provocaría su respuesta y se sintiera reticente a darla-. Me he metido en el grupito de Lilith.
Sam arqueó las cejas y formó una perfecta “o” con la boca, sin decir nada, pero Dean avanzó hacia Castiel, tenso como la cuerda de un arco.
- Ya he oído suficiente- siseó-. Puedo entender esta clase de cosas en mi hermano, ¿vale? El es de los que creen que las dependientas te sonríen porque son felices en su trabajo y que los políticos realmente quieren mejorar el país. ¿Pero tú? ¿Qué clase de locura te puede llevar a confiar en las mentiras de esa zorra del demonio?
No era la primera vez que Dean le ponía a prueba con su insolencia, y normalmente Castiel lograba tolerarle bastante bien. Pero, al igual que el día del Alzamiento de los Testigos, cuando el ángel venía de llorar la muerte de seis de sus hermanos en batalla, esta vez sus palabras le hicieron hervir de furia por dentro. Tal vez fuera por haber tenido que presenciar durante tantos días lo que Ruby estaba soportando por ayudarles sin poder hacer nada por ella, pero oírla denigrada de esa forma casi consiguió romper su autocontrol. Despacio y deliberadamente, se adelantó hacia Dean, invadiendo su espacio, con una expresión severa y tensa en el rostro. En la periferia de su visión percibió que Sam se adelantaba instintivamente para proteger a su hermano y que Ruby daba un respingo, y por un momento los cuatro se quedaron quietos como en una imagen congelada, a la espera de lo que sucedería después.
Pero al mirar a Dean a los ojos, desconcertados y asustados, Castiel recordó todo lo que los demonios les habían hecho a él y a su familia, y sintió que su rabia se disipaba un poco. Se avergonzó de su arrebato, y la dureza de su expresión se vino abajo.
- Uno de estos días- le susurró, a pesar de todo-, tendrás que aprender a controlar tu lengua antes de que otro con menos paciencia que yo te la haga tragar.
Se apartó ligeramente y le habló con su habitual calma.
- Ruby no está mintiendo- afirmó-, y no es algo en lo que confíe, es algo que sé. Igual que sé que tu bravuconería se debe a que estás muerto de miedo, porque crees que la razón por la que te trajimos de vuelta es para que mates a Sam si llega a inclinarse hacia el mal.
A Dean empezó a temblarle el labio inferior. Bajó la cabeza e hizo el amago de volverse hacia atrás, hacia donde Sam permanecía con la vista clavada en él, los ojos llenos de emoción. Pero en vez de enfrentar la mirada de su hermano, al final sacudió la cabeza y en dos pasos llegó hasta la puerta de la habitación, dando un sonoro portazo al salir.
- Iré a hablar con él- anunció Sam, y se marchó en pos de Dean.
En el silencio que siguió a su partida, Ruby bajó la cabeza, apesadumbrada.
- Es inútil- murmuró-. Me odia demasiado. Jamás lo aceptará.
Castiel se le acercó despacio, la sujetó suavemente por un codo y la condujo hasta el pie de una de las camas, sentándose en ella e indicándole a Ruby que hiciera lo mismo.
- Odia a los demonios en general, no a ti- le dijo, conciliador-. Tienes que entender que esto no es fácil para él, Ruby. Durante toda su vida, su mundo se ha basado en unas reglas muy claras y sencillas: los demonios son malvados y no hacen otra cosa que mentir; Dios no existe y por lo tanto no puede esperar su ayuda; conoce mejor a Sam de lo que él se conoce a sí mismo…- dejó escapar un suspiro cargado de tristeza-. Y me temo que, desde mi llegada, no he hecho más que derribarle esas creencias una por una. Ahora… ya ni siquiera reconoce el terreno que pisa. La única cosa que permanece constante en su vida es ese coche en el que ahora está sentado.
Ruby volvió la vista hacia la ventana, y a Castiel no se le escapó el destello de empatía que brilló en sus ojos cuando comprobó que, efectivamente, Dean se había refugiado en el Impala, y que Sam estaba sentado junto a él. Como si estuviera pensando que ella sabía muy bien lo que era sentirse así de perdido y desconcertado.
- Dean es una buena persona, Ruby- continuó el ángel-. Mejor de lo que él mismo cree. Sólo necesita un poco de tiempo para asimilar lo que está ocurriendo, eso es todo.
Ella ladeó la cabeza para contemplarle especulativamente.
- Parece que le conoces muy bien- dijo.
Castiel sonrió tristemente. Ni siquiera ella misma podía imaginarse cuánta razón tenía.
- Un poco- fue su respuesta.
Ruby asintió y bajó la mirada hacia el suelo, pensando en sólo Dios sabía qué. Entonces levantó la vista hacia Castiel y le dedicó una sonrisa tenue, casi cómplice.
- Gracias por defenderme- dijo en voz baja, y por alguna razón que no entendía, el ángel sintió que la boca se le secaba de repente. Se aclaró la garganta y contestó:
- Era lo más justo.
La demonio asintió de nuevo-. Aun así, te lo agradezco. No es algo que hayan hecho por mí muy a menudo.
Algo cambió sutilmente entre ellos mientras se miraban a los ojos, sentados uno al lado del otro en el silencio que siguió, como cuando el aire se carga de electricidad estática antes de una tormenta. Castiel notó una sensación extraña en la boca del estómago, una especie de calor extendiéndose desde el centro de su cuerpo hacia todas partes, y se preguntó si eso era lo que sentía un humano al ponerse enfermo.
Entonces se abrió la puerta, los hermanos Winchester volvieron a entrar en la habitación, y el momento pasó.
Dean parecía que hubiera envejecido cinco años de golpe, pero al menos se había calmado. No miró a Ruby, tan sólo se sentó en una silla junto a la mesa adosada a la pared opuesta, y dejó que Sam se encargara de su parte de la conversación.
- Bien- suspiró éste-, ahora que ya está todo claro, hablemos de lo que venías a contarnos, Ruby.
Ella se inclinó hacia delante, apoyando las manos sobre sus rodillas.
- Escuchad, aún no sé cuál es el famoso plan maestro, ¿de acuerdo? Todavía no me he ganado la confianza de Lilith lo bastante como para eso, y francamente no sé si algún día lo conseguiré. Pero sí he podido averiguar cuál va a ser su próximo paso.
- ¿El siguiente sello a romper?- intervino Castiel.
Ruby asintió-. Se trata de una especie de hechizo muy poderoso, que tiene que ser realizado en una noche concreta, en unas condiciones muy específicas. Su finalidad es hacer a Lilith corpórea.
- ¿Corpórea?- repitió Sam, intercambiando una mirada inquieta con su hermano-. ¿Quieres decir que ya no necesitaría poseer a nadie?
- Exacto. Lilith no es una demonio normal, ¿entendéis? Su forma de poseer un cuerpo es tan brutal que provoca un deterioro terrible en su anfitrión, por eso necesita cambiar de cuerpo periódicamente. Con esto evitaría ese problema, pero lo realmente grave es que ya no se le podría exorcizar- confirmó ella-. Sería libre para caminar sobre la tierra a su antojo.
Castiel casi pudo sentir vibrar el miedo que asomó a los ojos de los dos hermanos al oírla. Un pesado silencio cayó sobre la habitación durante unos momentos, mientras ambos trataban de asimilar la idea.
- Está bien- dijo Sam al final-. ¿Cómo vamos a impedirlo?
- No lo vamos a hacer- respondió Castiel, y tres pares de ojos se volvieron hacia él como si se hubiera vuelto loco.
- ¿Qué has dicho?- exclamó Dean, incrédulo.
- Oídme bien, los tres- contestó el ángel-. Nuestra principal prioridad sigue siendo descubrir cuáles eran los planes de Azazel y qué papel le tenían reservado a Sam en ellos. Nada es más importante. Y la única oportunidad que tenemos de averiguarlo consiste en que Ruby sea plenamente aceptada en el círculo de confianza de Lilith. Esta es la ocasión perfecta para lograrlo.
- ¿Qué quieres decir?- preguntó ella.
- Tienes que conseguir que Lilith te lleve con ella cuando vaya a realizar el ritual. No debería ser demasiado difícil, porque estará contando con que yo o alguno de mis hermanos aparezcamos para tratar de impedirlo, y asignará su defensa a demonios de los que no le importe prescindir. Cuando llegue ese momento, pelearé contigo y me vencerás.
- ¡¿Qué?! ¿Piensas en serio que Lilith va a tragarse eso?- Ruby se puso de pie y empezó a caminar arriba y abajo como asaltada por un estallido de energía nerviosa-. Sabe de sobra que si quisieras, podrías destrozarnos a todos en un segundo. Bastaría con que dejaras ese cuerpo y te mostraras en tu verdadera forma.
- Lo sé- insistió Castiel-. Pero creo que ha tomado precauciones contra eso también.
- ¿Qué clase de precauciones?- quiso saber Sam.
- Ruby me contó que Lilith ha estado haciendo pactos con humanos mediante engaños. Si es así, no son las almas de esas personas lo que quiere obtener. Tiene que ser otra cosa, algo que tengan que darle en esta vida, no en la otra. Creo que va a tomarlos como rehenes. Los usará como barrera cuando realice el ritual, confiando en que si alguno de nosotros aparece, no se atreva a desplegar su auténtica forma habiendo humanos inocentes de por medio.
Era una apuesta arriesgada por parte de Lilith, en el mejor de los casos. Castiel quería a sus hermanos, pero no se engañaba respecto a su forma de actuar. La mayoría de ellos no dudaría un segundo en matar a esos humanos, justificándolo en la idea de que con ello evitarían la muerte de muchos más. Pero en conciencia, no debían hacerlo. Se suponía que un ángel tenía el suficiente poder como para luchar con un grupo de demonios incluso sin utilizar su verdadera forma, así que no era estrictamente necesario matar a esas personas para vencer en la pelea. Tal vez fuera temerario por parte de Lilith jugar esa carta, pero no del todo descabellado. Y, en este caso, su arrogancia podría jugar a favor del otro bando.
- ¿Ese es tu plan, entonces? ¿Vamos allí, hacemos como que intentamos impedirlo y la dejamos ganar?- preguntó Dean con incredulidad.
- No- contestó Castiel, categórico-. El plan es que yo voy allí y me dejo ganar. Vosotros no podéis intervenir.
- ¿Te has vuelto loco?- insistió Dean-. ¿Vas a enfrentarte tú solo a un montón de demonios, sabiendo de antemano que estarás en desventaja?
- No he dicho que vaya a estar en desventaja. Sólo algo limitado- repuso Castiel con tranquilidad, y Dean arqueó las cejas ante ese alarde de confianza-. Lilith no se extrañará si yo aparezco, porque sabe perfectamente que la estamos vigilando. Pero si os ve a vosotros dos, adivinará de inmediato que Ruby os ha puesto al corriente de sus planes, y eso será su final. Y el de nuestras posibilidades de evitar el destino de tu hermano.
Ese argumento dio de lleno en la diana, tal como Castiel esperaba.
- Pero eso aún deja pendiente el hecho de que Lilith será mucho más peligrosa después de esto- intervino Sam.
- No realmente- le respondió el ángel-. Volverse corpórea no hará que aumenten sus poderes. Seguirá siendo vulnerable a ese cuchillo que tenéis, a las trampas del diablo, y todo lo demás. La sal y el agua bendita nunca le afectaron de todos modos, así que básicamente será igual que antes, sólo que ya no irá por ahí poseyendo niñas inocentes, lo cual es una enorme ventaja desde mi punto de vista. Y en cuanto a la ruptura del sello… Sólo es un sello más, aún quedan otros en pie. A veces hay que sacrificar terreno para ganar terreno.
- Sigo pensando que esto es una locura- opinó Ruby, meneando la cabeza-, pero en fin, es tu fiesta. Tú sabrás lo que haces. Yo tengo que irme ya o empezarán a sospechar.
- ¿Puedo contar contigo?- preguntó el ángel. Ella se detuvo en su camino hacia la salida y se volvió para mirarle significativamente a los ojos.
- Hasta el final- contestó, y luego se fue.
Castiel fingió ignorar la mirada que los Winchester cruzaron al oír las palabras de la demonio, demasiado ocupado en controlar el aleteo que sentía dentro del pecho en respuesta a esa mirada.
- Yo también debo marcharme- anunció-. Recordad que es de suma importancia que os mantengáis al margen de esto. No quiero sorpresas desagradables cuando llegue el momento, ¿de acuerdo?
Los dos hermanos asintieron, aunque a regañadientes.
- Ah, y Dean…- añadió Castiel-. Sólo para que lo sepas… Esa no fue la razón por la que te sacamos del infierno.
Dean aspiró una profunda bocanada de aire, mirándole con ojos llenos de sorpresa mezclada con una notable dosis de agradecimiento. Luego se volvió hacia su hermano, que le estaba observando a él, y cuando ambos quisieron contestar, Castiel ya había desaparecido.
**
Esa noche, Castiel reunió a sus hermanos para informarles de su plan. No hubo objeciones por parte de ninguno de ellos, pero cuando el grupo se disolvió para volver cada uno a su puesto, Gabriel se quedó rezagado hasta que sólo quedaron ellos dos.
- ¿Estás seguro de esto?- le preguntó, preocupado-. Sé lo importante que es esa información, pero vas a meterte de lleno en medio de un nido de demonios sin poder utilizar todo tu poder, y no me gusta. Estás poniendo tu vida en manos de Ruby, hermano. ¿Haste ese punto confías en ella?
- ¿Por qué no habría de hacerlo?- contestó el otro ángel- ¿No crees que lo que está arriesgando, lo que está sacrificando por ayudarnos es prueba más que suficiente de sus intenciones?
- ¿Es tu razón la que habla, o tu corazón, Castiel?
- No empieces otra vez, por favor- contestó, exasperado-. Querías que me concentrara en la misión, ¿no? Pues eso hago. Se nos ha presentado una oportunidad única para poder avanzar un poco en esta guerra, ¿y tú quieres que la deje pasar?
- No se trata de eso, sino de lo mucho que estás apostando por Ruby. Te conozco mejor que nadie, Castiel. Te estás apegando demasiado a ella.
- Lo único que estoy haciendo es permitir que nos ayude. ¿Qué tiene eso de malo? Ya ha demostrado que quiere cambiar, ¿por qué no darle una oportunidad? A lo mejor esto es lo único que esa chica necesita, que alguien confíe en ella para variar.
- Querrás decir "esa demonio"- le corrigió Gabriel-. No es una chica, hermano. No lo olvides.
Castiel apretó los dientes-. Una demonio que todavía recuerda lo que era ser una mujer. Para mí, eso cuenta.
Gabriel no contestó inmediatamente, estudiándole con aquella mirada sabia que parecía querer recordarle que siempre había sido capaz de ver a través de él.
- Sólo espero que sepas lo que estás haciendo, Castiel- dijo al final-. Sólo eso.
Capítulo 5
no subject
Date: 2008-11-13 12:20 am (UTC)El fic es maravilloso, esperaré como una niña buena el siguiente aunque me quedaré sin uñas por tu culpa :)
:*
no subject
Date: 2008-11-13 03:37 pm (UTC)Muchísimas gracias por seguir ahí motivándome.