Perseguidos - Capítulo 3
Jun. 28th, 2007 08:04 am![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
- Señora. Señora. Despierte, por favor
Padmé emitió un quejido inarticulado y trató de volverse, pero la insistente voz continuó acicateándola, impidiendo que se refugiara en las confortables profundidades del sueño. Despertó poco a poco, sintiendo el cerebro embotado y un dolor de cabeza de todos los demonios. Pero su confusión se despejó en el instante en que recordó lo que había pasado.
Abrió los ojos bruscamente, arrepintiéndose en el acto cuando una punzada de dolor la atravesó de una sien a otra. Volvió a intentarlo, más despacio esta vez, y se encontró con el preocupado rostro de Cordé.
- Estoy bien- susurró con voz ronca-. Estoy despierta.
Se incorporó con movimientos inseguros, sintiendo los miembros medio dormidos aún por el efecto de la descarga aturdidora. Un rápido vistazo a su alrededor le reveló que se hallaban en una especie de celda sin ventanas, con la salida bloqueada por mortíferos haces de energía.
- ¿Tienes idea de dónde estamos?- preguntó a su guardaespaldas.
- No mucha- respondió Cordé-. No llevo despierta mucho más tiempo que usted. Me ha parecido oír voces no muy lejos de aquí, probablemente los guardias. Pero no hablaban en ningún idioma que yo pudiera reconocer.
Padmé asintió, pensativa-. Si al menos hubiera una ventana… Ni siquiera sabemos si es de día o de noche en este lugar.
- De todas formas, no podemos estar muy lejos de donde nos atacaron- reflexionó la otra muchacha-. Considerando nuestra constitución física, yo diría que el efecto de esa descarga aturdidora puede durar entre tres y cinco horas como mucho.
- Tiempo más que suficiente para alcanzar el círculo exterior y escapar de la jurisdicción de la República- comentó Padmé con aire sombrío-, lo cual es lo más probable, si realmente eran piratas.
- Me pregunto si habrán capturado a alguien más. Da la impresión de que buscaban mujeres…- comenzó a decir Cordé, pero se interrumpió al oír unos pasos que se acercaban hacia su celda. Las dos mujeres se pusieron de pie y esperaron, clavando la mirada en la puerta. A los pocos segundos, el hombre alto y moreno que habían visto en la nave apareció frente a ellas, flanqueado por un par de gamorreanos que sostenían sendas porras de aspecto amenazador. Una perversa sonrisa curvaba su boca, corrompiendo la apostura de sus rasgos de un modo que la malicia de sus ojos no hacía más que acentuar. Fuera lo que fuese lo que aquel hombre les tenía reservado, las muchachas supieron que no podían esperar ninguna piedad de su parte.
El hombre tecleó un código en un panel junto a la puerta y los haces de energía remitieron con un zumbido sordo. Entró en la celda, seguido por los guardias, y se paró en el centro de la estancia, con los pies separados y las manos apoyadas en las caderas. Miró alternativamente a las dos mujeres durante un instante, antes de romper el silencio.
- Bien, bien- su voz tenía una cualidad rasposa, sibilante, como si sus cuerdas vocales hubieran quedado dañadas tiempo atrás-. ¿Qué tenemos aquí?
Con la rapidez de pensamiento que la caracterizaba, Padmé ya había decidido lo que debía hacer incluso antes de que el hombre apareciese. En aquella situación, tratar de ocultar su identidad no le serviría de nada, y por el contrario, su cargo político podía ser una baza a su favor si su secuestrador estaba dispuesto a darle una oportunidad de negociar. Así que se adelantó sin vacilaciones, y habló antes de que Cordé pudiera detenerla.
- No sé quién eres ni con qué propósito nos has traído aquí- comenzó con voz firme y autoritaria-, pero has cometido un grave error.
- ¿En serio? ¿Y eso por qué?- replicó el hombre con aire burlón.
- Probablemente ignoras que has atacado una nave diplomática y secuestrado a un miembro del Senado de la República.
Dejó que el significado de sus palabras calara en la mente del pirata, pero éste ni se inmutó. Pasmada por su falta de reacción, Padmé siguió hablando-. El Senado no permanecerá impasible. Te darán caza por muy bien que te ocultes, y tú lo sabes igual que yo. Creo que lo más sensato por tu parte sería que negociaras conmigo.
La boca del hombre se curvó lentamente en una sonrisa cada vez más pronunciada, hasta que al final estalló en una carcajada. Padmé aguantó impasible la burla, mirándole con determinación. No estaba dispuesta a dejarse intimidar por la arrogante confianza del pirata. A su espalda percibió que Cordé se tensaba, furiosa.
Cuando el hombre terminó de reírse de ella, la contempló con una mirada condescendiente en la que, sin embargo, brillaba una chispa de admiración.
- Debo reconocerlo, princesa, tienes valor- le dijo.- Pero no me impresionas. La República lleva mucho tiempo intentando atraparme sin conseguirlo, y esta vez no será diferente.
- ¿Tan seguro estás de ti mismo?- replicó ella.
- Tengo motivos para estarlo- contestó, y luego se dio una palmada en la frente con fingida consternación-. Pero, ¿dónde están mis modales? Ni siquiera me he presentado. Mi nombre es Ralik Deloran. Bienvenida a mi humilde hogar, Senadora Amidala.
Con la misma ironía con que había hablado, Deloran se inclinó en una profunda reverencia ante las mujeres, aunque esta vez Padmé se sintió más agradecida que ofendida por su gesto de burla. Al menos así el pirata no pudo ver la sorpresa y el horror que cruzaron su rostro al oírle.
El nombre de Ralik Deloran era bien conocido y temido en las regiones próximas al círculo exterior. Era uno de los traficantes de esclavos más activos que la República había tenido la desgracia de conocer. Se creía que su organización estaba relacionada con tres cuartas partes de las desapariciones ocurridas en los últimos quince años. Ciertamente, el Senado llevaba todo ese tiempo intentando dar con él, pero sus esfuerzos se habían mostrado inútiles. Sin embargo, la mención del nombre de Deloran no asustó tanto a Padmé como la del suyo propio.
Adiós a la teoría del ataque fortuito.
***
De camino al hangar del Templo Jedi, Obi-Wan llamó a Qui-Gon por el intercomunicador para cancelar el entrenamiento que habían acordado para aquella tarde. Cuando le explicó el motivo, Qui-Gon se sintió tan afectado como lo había estado Obi-Wan al oír la noticia en primer lugar.
- Espero que las encuentres a tiempo- le dijo, con voz sombría. Recordó a la joven valiente y voluntariosa que le había acompañado a Tatooine, la cariñosa y alegre Padmé, y se estremeció al imaginársela condenada a una vida de esclavitud. No quería ni pensar cómo reaccionaría Anakin si eso llegaba a suceder. El muchacho todavía la recordaba con mucho cariño.
- Yo también, Maestro. Intentaré avisarte en cuanto sepa algo.
- Hazlo, por favor. Que la Fuerza te acompañe, Obi-Wan.
- Que la Fuerza te acompañe, Maestro.
Cortó la comunicación y subió a su caza. Todo estaba ya preparado, las provisiones que necesitaría habían sido cargadas, así como el combustible. Sin pérdida de tiempo, Obi-Wan encendió los motores, comprobó que la señal del localizador se recibía con claridad, y despegó.
Efectuó el acoplamiento al anillo de hiperpropulsión con la soltura de quien ha realizado el mismo procedimiento cientos de veces. Introdujo en la computadora los cálculos necesarios y, en cuanto su nave hubo dado el salto al hiperespacio, se concentró en estudiar la poca información disponible sobre su planeta de destino: el misterioso Zahr.
La señora Jocasta Nu, la archivista del Templo, no había podido facilitarle muchos datos, pero no a causa de lo apresurado de su partida, sino porque realmente no había más. Era un pequeño planeta situado al borde del círculo exterior, al que la República y sus leyes no habían logrado llegar. Cubierto de bosques, montañas y lagos, poco industrializado, y con una economía basada en la agricultura, Zahr se había mantenido al margen de casi todos los avances tecnológicos obtenidos por sus planetas vecinos, prefiriendo conservar su independencia. La capital, Zalihn, era la única ciudad digna de tal nombre.
Aparte de eso, no se sabía nada sobre el planeta ni su sociedad.
Tenía sentido que una banda de piratas lo hubiera escogido para establecer su base de operaciones. Sería muy difícil que fuesen descubiertos por sus habitantes, y en caso de serlo, era altamente improbable que les denunciaran a una República con la que no querían tratos de ningún tipo. Incluso era posible que los piratas hubieran utilizado la superioridad de sus armas para someter a la población local por medio del terror, de modo que ni siquiera tuvieran que ocultarse.
Obi-Wan estudió la señal del localizador, comparándola con el rudimentario mapa de Zahr que le había enviado la archivista. La nave de los secuestradores había aterrizado en una zona boscosa, al sur de las colinas que rodeaban Zalihn.
Frunció el ceño, preocupado. No le hacía ninguna gracia adentrarse en un terreno del que sabía tan poco. Él no compartía el gusto de Qui-Gon por lo inesperado, y menos aún cuando otras vidas dependían de él, además de la suya. Tenía la sensación de que esta misión iba a ser más complicada de lo que parecía, aunque no podía determinar por qué.
Casi podía oír la voz de su Maestro diciéndole que no se centrara en sus ansiedades y se dejara guiar por la Fuerza Viva. El recuerdo le arrancó una media sonrisa de resignación. “Bueno, tampoco es que tenga muchas más opciones”, pensó, intentando relajarse. Sin embargo, no consiguió sacudirse la sensación de urgencia que se le había alojado en la boca del estómago. El tiempo se le acababa.
Pero no podía hacer que su caza volase más rápido, así que apoyó la espalda en el asiento y comenzó a sumirse en un ligero trance meditativo, que le permitiría llegar a Zahr fresco y descansado.
Al menos, trataría de estar en plenitud de sus fuerzas cuando intentase el rescate.
***
Padmé se recompuso como pudo de la impresión que acababa de recibir, y miró al pirata sin mostrar signo alguno de temor.
- ¿Sabes quién soy?- le preguntó, con apenas un ligero temblor en la voz.
- Por supuesto- contestó Deloran, sin abandonar su tono sarcástico- ¿Crees que he sobrevivido tantos años en este negocio eligiendo mis objetivos al azar? No, princesa. Jamás me habría metido con una nave oficial a menos que la compensación mereciese la pena. Y en tu caso, querida, te aseguro que así es.
Ralik se inclinó un poco más hacia ella, y Padmé tuvo que contener el impulso de echarse hacia atrás. Necesitó echar mano de toda su voluntad para sostenerle la mirada con cierta apariencia de firmeza, pero lo logró.
- Has debido de hacer enfadar muchísimo a alguien, encanto- susurró el hombre-, porque están dispuestos a pagar una auténtica fortuna por librarse de ti. Lo cual me recuerda…- y, sin previo aviso, sacó un desintegrador de su pechera y disparó una descarga directamente contra Cordé.
Durante una fracción de segundo la joven se quedó inmóvil, de pie, con los ojos muy abiertos por el asombro, y luego se desplomó en el suelo, muerta en el acto. Padmé se quedó mirándola con incredulidad, incapaz de procesar el hecho de que Deloran acababa de asesinar a Cordé ante sus propios ojos y a sangre fría. Todo había sucedido demasiado rápido, y sin embargo cada detalle estaba grabado en su mente con espantosa claridad: la expresión de sorpresa y terror en su rostro, y luego su cuerpo cayendo, desmadejado, como si la hubiera atravesado uno de aquellos fantasmas de las historias de terror que le contaban de niña, arrancándole el alma. Padmé contempló los ojos sin vida de Cordé, fijos en el vacío, y de pronto el horror de lo que acababa de ocurrir la hirió como una daga. Intentó gritar, pero ningún sonido salió de su boca más allá de su respiración jadeante.
Al fin, cuando la imagen de Cordé se hizo borrosa por las lágrimas que empañaban sus ojos, Padmé cayó al suelo de rodillas junto a su amiga muerta, y de su garganta surgió un gemido tan angustiado que casi hizo estremecerse a los dos gamorreanos que flanqueaban a Deloran.
El pirata la dejo llorar en paz durante un rato, aunque no por compasión, sino para dar tiempo a que el dolor la debilitara. Una prisionera deprimida era siempre más fácil de manejar, y ésta en concreto estaba demasiado acostumbrada a tener el control para su gusto. Sin embargo, no tardó en comprender su error, cuando Padmé levantó la vista hacia él y en su mirada vio brillar una rabia tan inmensa como la propia galaxia.
No, esta mujer no iba a venirse abajo así como así.
- ¿¡Por qué!?- le increpó Padmé, y en su voz ya no había el más leve rastro de miedo.
- No ha sido decisión mía- contestó Deloran, sin entender muy bien por qué se sentía impulsado a darle explicaciones-. Mis instrucciones eran estrictas: llevarme a todas las mujeres que hubiera a bordo de la nave y matar al resto de la tripulación, para que pareciese un acto de piratería más y para asegurarse de que te atrapábamos a ti y no a tu señuelo. Luego, una vez que descubriese a la auténtica Senadora, las demás tenían que ser eliminadas. Nada de cabos sueltos. Mi cliente fue muy específico al respecto.
- Y ya que tu cliente tiene tanto interés en deshacerse de mí, ¿por qué no matarme también?- le retó la mujer.
Deloran se encogió de hombros-. Yo sólo cumplo el trabajo por el que me pagan. No hago preguntas-. Desvió la vista hacia Cordé y añadió-. Pero es una lástima. Era una chica muy guapa. Habría alcanzado un buen precio en el mercado. Aunque…- volvió a mirar a Padmé con un brillo de perversa satisfacción en los ojos-…no tanto como el que alcanzarás tú, princesa.
Ella sintió cómo crecía en su interior una furia tan intensa como jamás había conocido, sofocando incluso el miedo y la pena, y se aferró agradecida a ese sentimiento.
- Pagarás por esto- le dijo a Ralik entre dientes-. Te lo juro. Encontraré la forma de hacértelo pagar, aunque tenga que emplear en ello el resto de mi vida.
Deloran enfrentó su mirada desafiante con un gesto confiado-. No lo creo, princesa. De hecho, te garantizo que antes de que acabe la semana lo habrás olvidado todo- suspiró-. Casi voy a lamentar que pierdas ese carácter, preciosa, pero mi reputación se iría al traste si vendiera una esclava tan rebelde como tú. Y los negocios son los negocios.
Hizo una seña a los dos gamorreanos para que recogieran el cadáver de Cordé, y luego se giró para salir de la celda. Padmé le siguió con la mirada, en silencio, paralizada por el terror que sus insinuaciones le habían inspirado, pero negándose a darle la satisfacción de preguntarle a qué se refería. Sin embargo, no tuvo que esperar mucho. Al llegar a la puerta, el pirata se volvió de nuevo hacia ella y, dedicándole una sonrisa torcida, confirmó sus peores miedos:
- Por eso jamás vendo un esclavo sin antes borrar su memoria.
Padmé apenas movió un músculo. Sus ojos se abrieron un poco más, pero eso fue todo. Continuó mirando fijamente a Deloran mientras él volvía a activar los barrotes de la celda y se marchaba.
Sólo cuando el eco de sus pasos se perdió por el pasillo, la joven cedió a la debilidad de sus piernas y se sentó en el suelo, enterró la cara en las rodillas y lloró.
no subject
Date: 2007-07-02 10:36 am (UTC)Pobre Padmé, esperemos que Ovi-Wan llegue a tiempo (que ya me imagino que sí pero a ver como lo cuentas).
Y espero que lo de tu niña no haya sido nada y, efectivamente, todo haya quedado en un susto.
Besos
no subject
Date: 2007-07-02 04:07 pm (UTC)La niña está muy bien, gracias. Lo que pasó fue que se hizo un corte que necesitaba puntos, y como es tan pequeña, se lo tuvieron que hacer con anestesia general y por eso estuvo hospitalizada un par de días. Pero el corte en sí no era muy grave, y ella ya está como nueva.
Muchos besos.