Fic-regalo, ahora sí
Dec. 31st, 2008 12:22 am![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
![[livejournal.com profile]](https://www.dreamwidth.org/img/external/lj-userinfo.gif)
Título: Rojo Sangre
Fandom: Supernatural
Pairing: Sam/Ruby
Spoilers: 4x10 "Heaven and Hell"
Rating: PG-13
N/A: Está sin betear, porque como ya voy con retraso no quería demorarlo más, así que si veis errores, no os cortéis en decírmelo para que los pueda corregir.
N/A 2: He leído hace un rato Bienaventurados los ciegos, de
![[livejournal.com profile]](https://www.dreamwidth.org/img/external/lj-userinfo.gif)
![[livejournal.com profile]](https://www.dreamwidth.org/img/external/lj-userinfo.gif)
Rojo Sangre
por apocrypha73
Sam ayudó a Ruby a tenderse sobre el viejo sofá de Bobby, el mismo en el que el propio Sam había dormido tantas veces, para poder curarle las heridas que Alastair le había provocado. Le había costado un buen rato de discusión convencerla de que le permitiera hacerlo. De hecho, varias horas. La demonio se había negado rotundamente al principio, alegando que podía curarse sola perfectamente, y Sam había tenido que dejarla y marcharse antes de que la discusión se convirtiese en pelea. Sólo después, al volver y retomar el asunto, Ruby había cedido por fin, pero el hombre tenía la firme sospecha de que ella sólo le había dejado ganar porque había intuido que algo no iba bien, que Sam estaba muy alterado.
Lo cual era, probablemente, el eufemismo del año. Sam no estaba alterado, estaba destrozado. Durante semanas había esperado pacientemente, anhelando que Dean se decidiera por fin a contarle lo que había sucedido en el infierno, convencido de que si lo supiera, podría ayudarle a superarlo. Casi se había vuelto loco imaginando los horribles tormentos que su hermano podría haber sufrido, rogando por averiguar la verdad para poder acabar con esa incertidumbre que le estaba consumiendo. Pero la verdad, como suele suceder, había superado con creces cualquier espanto que él hubiera sido capaz de concebir.
Ten cuidado con lo que deseas, pensó. Si pudiera ponerle las manos encima al primero que acuñó esa frase, lo mataría sólo para desahogarse.
Se esforzó por apartar esos pensamientos de su mente y concentrarse en Ruby. Trató de acomodarla lo mejor que pudo sobre los apolillados cojines y luego fue a buscar el botiquín, que colocó sobre la mesita de café y ésta junto al sofá, para trabajar con más comodidad. Después fue hasta el fregadero a lavarse las manos.
Las enjabonó bajo el grifo, apretando una contra la otra para tratar de controlar el temblor que las sacudía. A su espalda, Ruby emitió un ligero quejido cuando separó su camiseta de la piel ensangrentada de su vientre, y el recordatorio de lo que la demonio había tenido que soportar siguiendo el plan de Sam no hizo más que empeorar su nerviosismo. Otra víctima sacrificada por él.
El cazador cerró el grifo y enderezó la espalda. Respiró hondo dos o tres veces para calmarse, diciéndose que no ayudaría en nada a Ruby si trataba de coserle las heridas con manos temblorosas, y volvió al salón para empezar a trabajar.
Había visto cientos de heridas en su vida, pero aun así no estaba preparado para la carnicería que Alastair había practicado sobre ella. Sam se llevó el dorso de la mano a la boca para contener las arcadas al observar la piel mutilada, pero no era su aspecto lo que le repugnaba, sino el testimonio de sufrimiento que ofrecía: los cortes profundos, realizados con precisión para causar el máximo dolor posible. Deseó con todas sus fuerzas que el maldito hijo de puta no hubiera sido fulminado por Anna, para poder matarle él mismo a su manera. Lenta. Dolorosa. Sucia. Por Ruby, por Dean, por todas las almas que alguna vez hubieran caído en sus manos. El muy cabrón había tenido una muerte demasiado benigna para lo que se merecía.
Apretó los dientes y se aplicó a la tarea de limpiar las heridas lo mejor posible. No le cabía duda de que Ruby tenía recursos para evitar una infección, pero lo menos que podía hacer por ella era facilitarle las cosas, para que no tuviera que usar sus poderes más de lo estrictamente necesario. No era sencillo para un demonio curar un cuerpo, y si podía evitarle el esfuerzo... bueno, tal vez así consiguiera acallar un poco su propio sentimiento de culpabilidad.
Ninguno de los dos habló durante un buen rato. Sam sentía los ojos de Ruby fijos en él, pero no quería mirarla a la cara. Sabía que no encontraría ningún reproche en ella, y eso era lo peor. Si al menos se hubiese enfurecido, si le hubiera gritado o insultado alguna vez, con eso podría lidiar. Pero esa callada aceptación con la que Ruby respondía a cada desprecio, cada rechazo, cada ocasión en que la obligaba a ponerse en peligro para protegerle a él… eso le desconcertaba y le hacía sentirse como el mayor hijo de puta sobre la faz de la tierra.
Tal vez el infierno consistía en eso. En barrer por completo la autoestima de sus condenados, hacerles creer que no eran lo bastante buenos, lo bastante importantes, lo bastante dignos de ser protegidos. Que si les quedaban fuerzas para luchar, lucharan siempre por otro, no por ellos mismos.
Sam se preguntó si al pensar eso se refería a Ruby, o a Dean. Ciertamente se podía aplicar a ambos.
La demonio dio un ligero respingo cuando Sam insertó la aguja por primera vez.
- Lo siento- dijo él, sobresaltado a su vez-. ¿Te duele?
Ella esbozó una media sonrisa sarcástica-. ¿Comparado con qué?
Pero Sam no fue capaz de encontrarle la gracia a la broma. Su rostro se endureció y cerró los ojos, bajando la cabeza y moviéndola negativamente.
Y Sam las había visto, pero lo que le hacía tan difícil soportar su visión era que, indirectamente, el causante de esas heridas era él. Levantó la vista hacia Ruby y la encontró mirándole con las cejas arqueadas, con una expresión de ligera curiosidad y nada más. Estaba tranquila, como si se hubiera roto una uña o algo así, en vez de estar tumbada en un sofá desvencijado con los músculos del abdomen a la vista.
- Te advierto que como me vomites sobre estas botas te despellejo- añadió al ver que él no respondía.
- Pues vete acostumbrando- respondió ella, reclinándose de nuevo-. Te guste o no, tú eres un líder, Sam, y siempre habrá gente que se sacrifique por ti. Es la ley de la guerra. Los soldados pueden ser reemplazados fácilmente, el general no.
- ¡Pero es que no lo soy!- replicó Sam, negando con la cabeza otra vez- Es Dean quien se supone que ha sido elegido. Yo no tengo nada de especial aparte de esta mierda psíquica que me dejó el cabrón de los ojos amarillos. Eso no hace de mí un líder, ni un mesías, ni ninguna estupidez por el estilo.
Ella le dirigió una mirada exasperada, como si hubieran tenido esa discusión varias veces y estuviera harta de repetir los mismos argumentos-. Vamos, Sam, eso es lo de menos y lo sabes. Incluso sin los poderes, está en tu naturaleza dirigir y que los demás te sigan. Eres un buen estratega. Tienes la capacidad de ver más allá de cada batalla individual, de mirar la guerra en su conjunto. Y tienes lo que hay que tener para tomar decisiones difíciles, incluso las que implican sacrificar a alguien. Eso es lo que nos hace falta para ganar. Y sin ánimo de ofender, tu hermano no tiene nada de eso. En mi opinión, el cielo se ha equivocado de Winchester.
- No, no se ha equivocado- insistió él, consciente de que la admiración que sentía por su hermano se filtraba en su tono de voz y sin importarle que ella pudiera notarlo- Le han escogido precisamente porque no está dispuesto a sacrificar a nadie. No siempre se trata de ganar o perder, Ruby. No espero que lo entiendas, pero a veces la victoria consiste en salir del conflicto con tu moral intacta.
Ella le miró como si se hubiera vuelto loco.
- Tienes razón, no lo entiendo- sentenció con un bufido.
- Además, yo no quiero esa responsabilidad- añadió Sam, pensativo, agachando la cabeza-. No quiero perder a nadie más... No quiero que sufra nadie más por mí...
Incluso sin mirarla, el joven pudo percibir cómo la expresión de Ruby pasaba de la suspicacia al entendimiento en cuestión de segundos. Se encorvó aún más sobre la sutura que estaba realizando, en un intento desesperado de huir de aquella mirada que parecía capaz de penetrar hasta las capas más profundas de su alma cuando se lo proponía.
- No estamos hablando de mí, ¿verdad?- murmuró ella- Esto es por Dean. Antes, cuando habéis estado fuera, te ha dicho algo que te ha puesto así, ¿no es cierto? No te habrá hablado de... oh
Ruby le conocía demasiado bien, maldita sea. Sam se encogió sobre sí mismo como si hubiera recibido un golpe, y en cierto modo así era, porque el dolor que sentía en la boca del estómago podría rivalizar con el zarpazo de un wendigo. No asintió ni negó nada, no hizo ningún movimiento. Ignoró la pregunta como si por el hecho de fingir que nunca se había formulado pudiera borrarla del tiempo, aunque sabía que el dolor no cedería. Pero dar cualquier señal en respuesta habría sido traicionar a Dean, y Sam no quería, no podía hacer eso.
Daba igual. Ruby sabía leer en él como en un libro abierto. Y por más que lo había intentado, Sam no podía quitarse de la cabeza la conversación de esa tarde, ni la asfixiante sensación de que debería haberlo impedido de algún modo. Llevaba horas pensando en las decisiones que cambiaría si pudiera volver atrás, en las cosas que podría haber hecho de modo diferente para conseguir ahorrarle a su hermano todo ese dolor, y con cada pensamiento su agonía iba aumentando.
- Así no le ayudarás, Sam- añadió ella-. Ya sé que lo de sentirse culpable por todo es parte del mapa genético de los Winchester, pero ¿crees que a Dean le sirve de algo que le trates como si estuvieras en deuda con él? Eso no es lo que quiere. Mira, ya no hay vuelta atrás, ¿vale? El vendió su alma por decisión propia y tú hiciste cuanto estuvo en tu mano por salvarle. ¿No pudo ser? Mala suerte, pero no fue culpa tuya.
Como única respuesta, Sam se limitó a levantar brevemente la vista y volverla a bajar, seguro de que sus ojos expresaban con bastante elocuencia su desacuerdo con esa afirmación.
Ruby suspiró, frustrada-. Sois tan predecibles los dos... Ahora él te notará deprimido y culpable y pensará que no debería haberte dicho nada, y además intentará que de aquí en adelante no notes lo hecho polvo que está. Y no funcionará, claro, porque está tan jodido que por fuerza necesitará desahogarse con alguien. Alguien que no serás tú, porque Dean creerá que tiene que protegerte de todo eso. Y tú te enfadarás cuando te enteres de que habla con otra persona y contigo no, y vuelta a empezar. Señoras y señores, con ustedes los Winchester, presentando su drama del día.
El sarcasmo de sus palabras escocía más de lo que Sam estaba dispuesto a admitir, de modo que se negó a dignificarlas con una respuesta. Pero ella debió notar la rigidez de su postura, porque añadió con más suavidad:
- Sam, si lo que quieres es que tu hermano vuelva a guardarte secretos, éste es el camino.
Lo peor de todo era que tenía razón. Sam habría querido hacerla callar con alguna respuesta seca y cortante, pero no pudo. Por mucho que le doliera oírlo, ella estaba diciendo la verdad.
- Aunque, si lo que quieres es compensarle...- añadió Ruby.
El joven levantó la vista cuando ella se interrumpió-. ¿Qué?
- Véngale- sentenció, implacable-. Mata a Lilith. Gana esta guerra. Pero hazlo bien, con inteligencia y con calma. Asegurándote de que sobrevives al final. Porque da igual cuánto y cómo le patees el culo a Lucifer y a toda su corte, Sam: si tú mueres, tu hermano se muere contigo. Esto no es más que una monumental partida de ajedrez. Y lo quieras o no, tú eres el rey. Así que, si tienes que sacrificar unos cuantos peones para ganar la partida, te tragas tus bonitos principios y lo haces. Es eso, o Dean. Tú eliges.
Sam no pudo evitar que un escalofrío le recorriese toda la espina dorsal al escucharla, al contemplar la mirada mortalmente seria y decidida de sus oscuros ojos. Seguramente Ruby no podía estar insinuando lo que parecía que insinuaba, no podía estar incluyéndose a sí misma en esa categoría de peón sacrificable. Por mucho que hubiera demostrado a lo largo del tiempo su voluntad de darlo todo en aquella guerra, su instinto de conservación de demonio no podía haber desaparecido.
Ella pareció leerle el pensamiento, porque puso los ojos en blanco y añadió con una sonrisa burlona-. Y que no te entren ideas raras, por lo que a ti respecta yo soy como mínimo un alfil, ¿está claro?
El joven cazador dejó escapar el aliento que había estado conteniendo sin darse cuenta. Se preguntó si todo eso que Ruby le había dicho era sincero o simplemente estaba jugando la única carta que sabía infalible cuando se trataba de Sam: su hermano. Pero en cualquier caso, a él le daba igual. Porque de un modo u otro, las palabras de la demonio habían conseguido centrarle. Como si ella le estuviera señalando el rumbo que por un momento había perdido de vista, como si se hubiera extraviado del sendero y Ruby hubiera vuelto a encaminarle. Ultimamente solía tener ese efecto en él cada vez con más frecuencia, tanto que a veces el cazador se descubría echándola de menos, buscándola con la mirada en cada lugar al que iba, sintiéndose decepcionado al no encontrarla. Había creído que al volver Dean desaparecería esa necesidad, pero se equivocaba. Si acaso, no había hecho más que aumentar, porque el regreso de su hermano había traído consigo tantos interrogantes que a veces la cabeza le daba vueltas intentando procesarlos todos.
Se preguntó cómo era posible anhelar tanto la compañía de alguien sin estar enamorado, y al mirarla a los ojos, en los que por más que lo intentó no pudo encontrar ningún doblez, le asaltó la duda de si realmente sería tan horrible permitirse sentir algo por ella. Sabía que había un montón de razones para no acercarse demasiado, pero a veces le costaba recordarlas. Ruby no era en absoluto como los otros demonios, y en ocasiones Sam dudaba de que su miedo a que ella le arrastrase hacia la oscuridad estuviera justificado.
Le dedicó una pequeña sonrisa de agradecimiento que tal vez, sólo tal vez, poseía una leve nota de ternura, y el color que subió a las mejillas femeninas le causó más placer del que claramente debería. Una de sus manos se movió como si tuviera voluntad propia hasta la sien de Ruby para apartarle el pelo con suavidad, mientras ensayaba una disculpa por haberla enviado a Alastair.
- Ruby, lo siento de veras, yo no...
- No lo hagas- le cortó la demonio con sequedad, apartándose de su contacto. Su rostro había pasado de la confusión al pánico durante un breve instante, para acabar transformándose en una máscara de impasividad.
- ¿Que no haga qué?- preguntó él, dolido por su rechazo.
- Ponerte sentimental porque yo haya derramado un poco de sangre- replicó ella-. No necesito que me compadezcas. Sabía a lo que me exponía, ya soy mayorcita. Acepté tu plan conociendo los riesgos, y nadie me obligó.
Sam le dirigió una mirada cargada de frustración. No era la primera vez que ocurría algo parecido. Ruby podía luchar a su lado, aconsejarle, protegerle, e incluso acostarse con él sin problemas, pero en cuanto Sam intentaba tratarla con algo más de humanidad, se erizaba como un gato. Como si la mera idea de un poco de intimidad le repugnara, a pesar de todas sus protestas de que aún recordaba lo que era ser una persona. O como si le diera miedo.
Fuera por la razón que fuese, había una barrera ahí que se alzaba sólida como un muro cada vez que Sam intentaba traspasarla. Y, aunque le avergonzara reconocerlo, el cazador tenía que admitir que normalmente lo prefería así. A su conciencia le resultaba muy cómodo que fuera Ruby quien ponía límites a una relación (si es que se le podía llamar así) en la que él tampoco quería profundizar.
Esa noche, sin embargo... Esa noche habría querido aplastar el muro entre sus manos, derribarlo y pisotearlo, mandar todas sus dudas al infierno y dejar de hacer las cosas a medias de una maldita vez. Pero le bastó con ver la implacable determinación que se había instalado en el rostro de Ruby para saber que no podría hacerlo. Ella no lo permitiría.
- Termina de coserme, anda- dijo la demonio con tono neutro.
Sam suspiró e hizo lo que ella le pedía, finalizando la sutura con puntos estrechos y precisos que apenas dejarían cicatriz una vez curados. Volvió a limpiar la piel, la secó con cuidado y la vendó, todo el tiempo sin cruzar la mirada con la de Ruby. Cuando por fin terminó, un impulso cabezota le hizo deslizar suavemente los dedos sobre la piel sensible del vientre femenino, justo por debajo del vendaje, como para demostrarle a ella que en realidad no era tan fría como pretendía aparentar. En efecto, comprobó con placer no exento de orgullo cómo Ruby se estremecía ligeramente antes de controlarse. Sam casi podía oír la voz de Dean en su cabeza llamándole maniático de la última palabra, pero igual la miró a la cara con una expresión de triunfo que, a juzgar por las chispas que echaban los ojos de ella, probablemente bordeaba el engreimiento.
Claro que Ruby, siendo Ruby, no se amilanó.
- ¿Sabes qué?- dijo con voz seductora-. Pensándolo bien, sí que me merezco algo que me compense por todo lo que ese maldito cabrón me ha hecho pasar...
- ¿Algo que yo pueda proporcionarte?- preguntó él con la misma actitud.
- Oh, ya lo creo que sí- replicó ella, bajando el tono hasta un ronroneo aterciopelado que salió disparado hacia la entrepierna de Sam-. En realidad, tienes que ser tú. No querría que lo hiciera ningún otro.
- Lo que quieras- prometió él en un susurro, sintiendo que la sangre comenzaba a agolpársele por debajo del cinturón-. Cualquier cosa. Sólo pídelo.
Ruby se incorporó despacio en el sofá, moviéndose con gracia casi felina a pesar de las heridas. Lentamente acercó su rostro al de Sam, arqueando el cuello para situar su boca junto a la de él, casi rozándole los labios, los dos respirando el mismo aire, y le dijo:
- Tráeme unas patatas fritas.
Sam se echó a reír sin poder evitarlo, una carcajada franca y abierta que le nació en el centro del pecho y reverberó por todo su cuerpo, arrastrando consigo una buena parte de la tensión y el dolor acumulados dentro del joven cazador. ¿Ajedrez, había dicho Ruby? Bueno, eso no iba a ser un problema, ella era claramente una maestra. Había estado jugando con él desde el primer día, y todavía Sam no había sido capaz de batirle ni una sola vez. Pero no importaba, porque Ruby no jugaba contra él sino por él, y cada vez que ella ganaba una partida, él se llevaba el premio. No sabía si alguna vez llegaría a descifrar el complicado misterio de qué era exactamente lo que había entre ellos, pero fuese lo que fuese, merecía la pena tenerlo. Sólo esperaba que para ella también fuese así.
Al ponerse en pie para coger su chaqueta se sintió liberado, como si parte del peso que llevaba sobre los hombros hubiera desaparecido, y no pudo evitar volver la cabeza para buscarla con la mirada una vez más, quizás incluso para darle las gracias. Pero adivinándole las intenciones, Ruby le lanzó un cojín a la cara y le exigió que no se olvidara del ketchup.
Mientras rebuscaba en los bolsillos de la cazadora de Dean para coger las llaves del Impala, Sam se dijo que tendría que asegurarse de traer también un buen trozo de tarta con el que aplacar a su hermano cuando éste supiera que había cogido su coche. Probablemente se llevaría una buena bronca.
Pero qué demonios. La chica se lo había ganado.
FIN
Editado: Este fic ya tiene su secuela: Rojo Fuego (Dean/Ruby)