apocrypha73: (spn_rubycastiel)
[personal profile] apocrypha73
Título: El largo camino (Capítulo 5)
Fandom: Supernatural
Pairing: Ruby/Castiel
Rating: PG-13
Spoilers: Hasta el 4x04. A partir de ahí se puede considerar AU, especialmente después del episodio de esta semana.

Mi agradecimiento eterno a [livejournal.com profile] mileya y a [livejournal.com profile] m_enia por ser dos betas tan fantásticas.

Capítulos anteriores: Uno Dos Tres Cuatro



Capítulo 5


Volver al cementerio de Wyoming donde se había abierto la Puerta del Diablo le provocaba a Ruby escalofríos de aprensión y excitación en la misma medida. Recordaba la deliciosa sensación de libertad al escapar aquella noche, huyendo del fuego y el tormento. Pero también, el hecho de saber que estaba tan cerca del infierno otra vez, que apenas le separaban de él unos metros de terreno y una puerta de hierro, le provocaba un temblor que le recorría el cuerpo a intervalos y que no era capaz de reprimir.

Tal como Castiel había predicho, Lilith no había dudado en incluir a Ruby en su escolta. Su misión consistía en protegerles, a ella y a sus acólitos, durante la realización del ritual. Claramente esperaba que aparecieran uno o más ángeles, y saltaba a la vista, en opinión de Ruby, que Lilith no contaba con que sus soldados tuvieran ninguna opción de ganar.

Miró a derecha e izquierda, pensando que no había visto una línea de defensa más patética en toda su vida. Asustados y temblorosos, se removían inquietos buscando cualquier señal de ángeles en las proximidades, sabiendo que Lilith sólo los había traído para que obstaculizaran con sus cadáveres al enemigo y permitieran así que ella tuviera tiempo de acabar el ritual. Eran demonios jóvenes, sin más poder que el de su fuerza física sobrehumana. Por muy numerosos que fueran, presentarlos como resistencia ante un ser celestial era tan útil como parapetarse tras un muro de arena, y ellos lo sabían. Lo único que les impedía salir corriendo como ratas era el hecho de que Lilith les inspiraba aún más miedo que los propios ángeles.

Aunque su terror no era nada comparado con el de los doce humanos dispuestos en círculo alrededor del altar pagano levantado frente a la Puerta. Obligados a permanecer allí por los pactos que habían sellado, sus gemidos y sollozos eran el único sonido que rompía el silencio nocturno.

La ceremonia comenzó al dar las doce en punto. Uno de los ayudantes de Lilith colocó sobre el altar un cuenco de piedra negra lleno de sangre de cordero, cuya superficie brilló a la luz de la luna llena. Lilith introdujo las manos en él y empezó a recitar frases en una lengua extraña que Ruby no había oído jamás.

De la nada se levantó una brisa que fue cobrando fuerza poco a poco hasta convertirse en un vendaval, y casi se podía sentir el poder que se acumulaba alrededor de la niña-demonio como algo físico. Entonces, en el cielo antes despejado comenzaron a arremolinarse nubes de tormenta, y el ambiente se cargó de electricidad. Los demonios que componían la línea defensiva se agitaron, expectantes, como si intuyeran que aquello no era obra de Lilith sino de otra presencia que se acercaba.

Castiel apareció de pronto frente a ellos, calmado y severo, y un temblor se extendió por el grupo de demonios incluso antes de que en el cielo estallara un relámpago y, en el repentino destello de luz, todos pudieran ver el reflejo de sus alas extendiéndose. Ruby le contempló, cautivada, pensando que nunca antes había visto nada tan hermoso y tan terrible a la vez. Habría sido incapaz de apartar la vista aunque hubiera querido, incluso si él hubiera estado allí para aniquilarla junto a todos los demás. Algo parecido debía de estar ocurriéndole a los otros, puesto que durante un largo momento nadie se movió.

El ángel recorrió con la mirada la escena que tenía delante y, al ver el escudo humano, se dibujó en su rostro una sutil expresión de sorpresa y contrariedad que sólo Ruby sabía que era puro teatro. Lilith, en cambio, la interpretó como la reacción con la que contaba y rió satisfecha.

- ¿A qué estáis esperando?- gritó- ¡Id a por él!

Acicateados por su voz, los demonios se lanzaron hacia delante como uno solo, atacando lastimeramente con lo poco que tenían. Castiel esquivó con facilidad a los dos primeros, y con un gesto de la mano envió volando hacia atrás a otros tres. Continuó repeliendo sus ataques uno tras otro, pero ellos eran muchos, y le acosaban sin interrupción. Sin embargo, no tardaron en producirse las primeras bajas en el bando del infierno. Bastaba con que Castiel les tocara con la punta de los dedos para que cayeran desmadejados al suelo, inertes.

Ruby observaba la escena algo apartada, fingiendo que esperaba hasta que Castiel empezara a cansarse, y en realidad admirando la gracia y fluidez de sus movimientos. Sus oponentes llegaban hasta él por todos los flancos, pero el ángel ni siquiera necesitaba mirar en su dirección para repeler sus ataques, sin esfuerzo aparente, elegante y controlado.

Sólo quedaba en pie una cuarta parte de los demonios cuando ella decidió que era su momento. Avanzó con paso seguro, apartando de su camino a uno de los patéticos soldados, y se plantó frente al ángel con las manos en las caderas.

- Quitaos de en medio, paletos- espetó a los otros demonios-. Esto es cosa mía.

No hizo falta que repitiera la orden. Los esbirros se apresuraron a dejar el campo libre y sólo quedaron Ruby y Castiel frente a frente. El ángel tenía un corte en el labio inferior, la corbata torcida y respiraba agitadamente, pero la miró con un desafío salvaje en los ojos, y la demonio se estremeció al pensar que, si quisiera, él podría acabar con ella con sólo chasquear los dedos. Todo ese poder, toda esa fuerza, y sin embargo podía confiar completamente en que no le haría daño. Que, en realidad, la estaría protegiendo todo el tiempo.

Castiel inclinó brevemente la cabeza a modo de saludo, como cualquier guerrero honorable al inicio de un combate, y Ruby le correspondió. Caminaron en círculos, estudiándose mutuamente, hasta que él levantó un brazo al frente y le envió una descarga de energía que ella esquivó de un salto.

Ruby tal vez no fuera tan poderosa como los demonios del rango de Lilith, pero tenía guardados unos cuantos trucos para un caso de necesidad. Girando sobre sí misma, adelantó una mano señalando hacia el suelo y abrió una grieta bajo los pies de Castiel, aunque no logró hacerle caer.

El cementerio se iluminó como si fuera de día mientras ángel y demonio fingían luchar a muerte, rivalizando en poder. Varias lápidas estallaron a su alrededor, enviando una lluvia de esquirlas de mármol sobre ambos que el ángel repelió con una mano alzada. Ella aprovechó su momentánea distracción para arrancar con la mente un ángel de piedra de un mausoleo y lanzárselo, añadiendo a su representación un toque del tipo de humor que tanto gustaba a Lilith. Castiel detuvo la trayectoria de la estatua en pleno vuelo y la dejó caer al suelo, entre los dos.

Continuaron a ese ritmo durante un rato, manteniéndose a distancia, fingiendo que intentaban sorprender al otro en un momento de distracción o debilidad, pero acabando siempre cada envite en igualdad de condiciones. Aparentando que el poder de Castiel no era más grande que el de Ruby.

Ella se echó a reír.

- Tic, tac, tic, tac- canturreó, burlona-. El tiempo corre, amigo. El ritual sigue avanzando y tú no estás más cerca de poder impedirlo que cuando comenzó. Ni lo estarás antes de que acabe.

- ¿Eso crees, demonio?- replicó él-. Yo de ti no estaría tan seguro.

- ¿Ah, no?- le retó ella-. Pues viendo esta escena, nadie lo diría. Vamos, admítelo. No puedes vencerme así.

Castiel se detuvo y sonrió lentamente-. En ese caso tendré que intentar una aproximación distinta, ¿no?

En un instante estuvo delante de ella, demasiado rápido para verle acercarse, y adelantó una mano con dos dedos extendidos hacia la frente de Ruby, pero ella le bloqueó y le lanzó un derechazo a la mandíbula. El ángel trastabilló hacia atrás pero no cayó al suelo. Se tocó con una mano el lugar en el que el puño femenino le había acertado, y que ya empezaba a hincharse.

- Está bien- le dijo, con un tono frío y amenazador que le habría helado la sangre de no haber sabido que era parte del juego-, tú lo has querido.

Castiel se lanzó hacia ella y Ruby le salió al encuentro, chocando como dos trenes a toda velocidad. El era un luchador ágil y preciso, pero ella no lo era menos. Ambos se movían con soltura y rapidez, lanzando y parando golpes, saltando para esquivar al otro, girando sobre sí mismos para atacar sin desproteger puntos vitales, en una especie de danza letalmente bella que Ruby casi deseó poder contemplar desde fuera.

Castiel no la estaba atacando con toda su fuerza, pero eso no significaba que se estuviera conteniendo, y Ruby se alegró de que la respetara lo suficiente como para eso. Ella tampoco estaba limitando la intensidad de sus golpes, sabiendo que él podía aguantar todo lo que le echara encima y más. Era necesario si querían que la lucha pareciese real, pero no se trataba sólo de eso. Había algo más, una intoxicante sensación de libertad nacida de la certeza de que podía confiar completamente en él, y que Castiel le devolvía esa misma confianza. Que podían luchar sin restricciones, pero sabiendo que nunca se harían verdadero daño el uno al otro. Ruby se dejó llevar por el ritmo de la pelea, tan concentrada que casi se olvidó de todo lo que les rodeaba, como si sólo existieran ellos dos en el mundo.

Había algo primario y sensual, casi erótico, en aquella forma de luchar. El modo en que sus cuerpos se rozaban al atacar y defender, la respiración agitada del ángel acariciando su piel en los momentos más inesperados, la intensidad con que se miraban a los ojos para medir sus reacciones… Cuando quiso darse cuenta, Ruby estaba tan excitada que casi echó a perder su tapadera en un momento en que Castiel frenó uno de sus ataques y, sujetándola por las muñecas, la inmovilizó llevándole las manos a la espalda y quedó aplastada contra su pecho. Tardó sólo un segundo más de la cuenta en escapar de su presa, pero bastó para que por los ojos de él cruzase una expresión confusa.

La lucha fue subiendo en intensidad, y Castiel le permitió encajar más golpes, hasta que por fin quedó tendido en el suelo, con el rostro magullado, fingiendo que ya no podía levantarse. Ruby se acercó a él, agachándose a su lado, y le sujetó por el pelo para obligarle a incorporarse.

- Oh, pobre angelito- le dijo, burlona-. ¿Se te han roto las alas?

Él le respondió con una mirada de desprecio, pero ella apenas la registró, porque tenía la vista fija en sus labios como hipnotizada. Tal vez fuera la energía residual de la pelea, el efecto de la adrenalina que aún corría por sus venas, pero el caso era que se moría por besarle.

"¿Y por qué no?", se dijo. Podría formar parte de la pantomima que estaban interpretando. ¿Quién se extrañaría de que una demonio mortificase así a un ángel si tenía la oportunidad? Sonrió y se inclinó hacia él, viendo cómo sus ojos se dilataban por la sorpresa, pero antes de que Castiel tuviera tiempo de esbozar una protesta, ella le silenció con sus labios.

Le sintió tensarse y tomar aire con fuerza cuando se tocaron, pero su resistencia se evaporó en cuanto ella hizo presión con sus labios, rozando y mordisqueando, jugueteando con él. Introdujo la lengua en la boca masculina y él tembló, dejándola hacer a su antojo, completamente rendido. Nada que Ruby hubiera sentido antes se podía comparar con el vértigo de tener en sus manos a aquel ser, cuyo poder superaba el de cualquier demonio que ella hubiera conocido, y sentirle ceder.

Al separarse, Ruby recorrió el labio inferior de Castiel con la punta de la lengua, lamiendo la sangre del corte que tenía ahí, y al ángel se le escapó un pequeño gemido, un "ah" suspirado en voz tan baja que sólo ella pudo oírlo, pero el sonido se instaló en su vientre y le provocó una oleada de calor.

Casi tenía miedo de abrir los ojos, temerosa de ver un reproche en la mirada azul de él. Entonces se oyó a sus espaldas un grito escalofriante y Ruby se volvió hacia el altar por instinto.

Todo pensamiento quedó olvidado al ver cómo la nube negra de la esencia de Lilith abandonaba a su pequeña anfitriona y, en lugar de quedarse flotando en el aire en busca de otro cuerpo, describía una curva hacia el suelo y al tocar tierra comenzaba a tomar forma humana. Primero unos pies, luego las piernas, el borde de un vestido blanco, y así poco a poco hasta dar origen a una mujer joven, la más bella que hubiera pisado jamás la faz de la tierra. Dotada de un rostro de facciones tan delicadas como si fueran de porcelana, perfectamente cinceladas, y un cabello negro, lustroso y largo que brillaba incluso a la débil luz de la luna. Habría podido seducir a cualquier ser humano, de no ser porque sus ojos eran permanentemente blanquecinos.

Lilith respiró hondo, mirando a derecha e izquierda como si tratara de aclimatarse a su nueva condición. Levantó las manos hasta la altura de su cara y las estudió con deleite, girándolas para verse tanto el dorso como la palma. Se tocó el pelo, el rostro, los hombros... y estalló en una carcajada siniestra que dejó a Ruby paralizada de terror.

La reina de los demonios se dio la vuelta y, antes de que nadie pudiera anticipar sus intenciones, extendió la mano derecha y emitió un estallido de luz blanca que acabó con las vidas de todos los rehenes humanos, sin dejar de reír como una maníaca.

Ruby sintió que se le helaba la sangre, y se volvió hacia Castiel para buscar en su mirada una confirmación de que estaba seguro de su plan. Que no acababan de condenar al mundo entero al infierno. El ángel tenía una expresión de espanto en el rostro, mirando hacia el lugar donde los doce humanos que no había podido salvar acababan de caer fulminados. Sus ojos se volvieron hacia ella al sentir su mirada y durante un breve instante hubo un destello de calor y de miedo en el azul de sus iris. Luego él desapareció.

Lilith avanzó despacio hacia Ruby, que permanecía agachada en el lugar donde había yacido Castiel. Al llegar hasta ella le puso una mano bajo la barbilla, haciéndole levantar el rostro, pero lo hizo con suavidad.

- Muy bien hecho, Ruby- le dijo, y había un timbre inhumano en su voz que provocaba escalofríos, como si hablara con dos voces a la vez, una de mujer y otra de niña-. Tengo que reconocer que no esperaba tanto de ti. Estoy gratamente sorprendida.

- Le he dejado escapar- respondió ésta, haciendo de tripas corazón para no permitir que el miedo la dominase y poder continuar con su farsa.

- Eso no importa, querida mía- susurró la otra demonio con voz meliflua-. Ya habrá tiempo de ocuparse de él y de los suyos cuando llegue el momento. Ven, levántate y vámonos a casa. Tenemos mucho que celebrar.

Ruby obedeció, y Lilith la tomó del brazo para hacerla caminar a su lado, dejando atrás a los dos lugartenientes que había elegido para ayudarla con el ritual. Era una clara demostración de favor, y Ruby sintió una oleada de triunfo al comprender que el plan de Castiel había funcionado. Siguió a Lilith con una sonrisa, dejando que todos pensaran que su satisfacción se debía al éxito del hechizo. Pero tuvo que hacer un esfuerzo para reprimir el impulso de llevarse una mano a la boca y acariciar sus labios, donde el beso del ángel todavía le quemaba.


Capítulo 6

 
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