apocrypha73: (spn_awesome)
[personal profile] apocrypha73
Ya son más de las doce aquí, así que......   ¡¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS, [livejournal.com profile] m_enia !!!

Aquí está mi regalito para ti. En realidad ni siquiera sé si lo verás hoy o no, porque creo que sigues de viaje (pasando el cumpleaños con tu familia, espero), pero aquí lo tendrás para  cuando vuelvas a casa. Está sin betear porque no lo terminé con tiempo suficiente. Lo he revisado yo misma unas cuantas veces, espero que no haya muchos errores.

Un millón de besos. Tú te mereces todo lo mejor




La mesa elíptica de roble ocupaba la mayor parte del espacio disponible en la Sala del Consejo. Fabricada por elfos, había sido un regalo de bodas de Legolas para Eowyn y Faramir, y a pesar de su envergadura tenía un aspecto grácil y esbelto, como si no pesara nada. Estaba adornada con delicadas filigranas, y su superficie había sido pulida con tanto esmero que reflejaba las caras de cuantos se hallaban sentados a ella como si fuera un espejo.

Colocándose a su cabecera, Faramir dio comienzo a la reunión con una mirada hacia su esposa, que se hallaba situada a su derecha. Ese día recibían a una serie de embajadores de las provincias meridionales de Gondor, que habían estado recibiendo ataques de los haradrim de forma intermitente durante el último año y medio. La derrota de los ejércitos de Sauron no había bastado para frenar las ambiciones de conquista de aquel pueblo guerrero, y constantemente venían provocando escaramuzas aquí y allá, impidiendo a los pueblos del sur disfrutar de la paz tan duramente ganada.

- Cada vez se vuelven más atrevidos- explicó lord Belgar, el portavoz designado entre los terratenientes de la región, cuando se le concedió la palabra-. Antes realizaban pequeñas incursiones y se replegaban de nuevo tras la frontera, pero últimamente han cambiado de táctica. Atacan en grupos pequeños y se ocultan en las montañas, donde es imposible rastrearlos. Saquean los campos para obtener comida, y avanzan cada vez más. Si no los frenamos, mi señor, pronto estarán a las puertas de nuestra ciudad.

- ¿Qué necesitáis, lord Belgar, más tropas?- preguntó Faramir.

- Eso sería de gran ayuda, mi señor, pero también debo solicitar vuestro permiso para tomar otras medidas más… drásticas.

- ¿De qué tipo?

El hombre frunció las canosas cejas, con una expresión sombría en su rostro grave e imponente. Se atusó el bigote y tomó aire, como acorazándose para lo que tenía que decir.

- Necesitamos cortar sus suministros de alimento para obligarles a salir de las montañas. Sé que lo que voy a pediros supondrá un grave perjuicio para las arcas de vuestro principado y que eso podría menoscabar vuestra gestión ante el rey, pero es la única solución. Milord Faramir, debemos quemar nuestras cosechas.

Un murmullo recorrió la estancia, creciendo en intensidad como una ola acercándose a la orilla, pero todo sonido quedó acallado cuando la voz de Eowyn resonó, firme y clara, por encima de la cacofonía de voces:

- ¿Quemar las cosechas?- exclamó-. Pero, ¿qué hay entonces de los campesinos? ¿Qué comerán el próximo invierno? ¿Lo habéis previsto, lord Belgar?

El noble se volvió hacia ella sin poder ocultar una expresión de disgusto. Se dominó en seguida, devolviendo a sus facciones la cortesía debida, pero no antes de que Faramir lo notara.

- ¿Hay algún problema, lord Belgar?- preguntó fríamente, y el silencio que siguió cobró una cualidad tensa, expectante.

Por un momento pareció que el noble iba a limitarse a dar una respuesta negativa y continuar como si nada hubiera ocurrido, pero en el último momento cambió de opinión. Faramir casi lo esperaba. Conocía de sobra la desaprobación con que muchos de sus consejeros, al principio, habían acogido la presencia de Eowyn en aquellas reuniones. Especialmente cuando comprobaron que no estaba allí para limitarse a escuchar, sino que participaría. Y que su esposo valoraría su opinión más que la de ninguno de ellos.

Había sido el propio Faramir quien la nombrara consejera. Ese hecho era de sobra conocido en su pequeña corte, de modo que, por lo general, nadie se atrevía a cuestionar abiertamente sus intervenciones. En realidad, la mayoría de los miembros del Consejo ya habían aprendido a apreciar su inteligencia y su sensatez.

Pero lord Belgar no frecuentaba la corte muy a menudo, y además era un hombre entrado en años, anclado en tradiciones y prejuicios que tenían más edad que todos los allí reunidos juntos.

- No pretendo faltar al respeto a lady Eowyn, pero…- comenzó, efectivamente, lord Belgar-… estamos hablando de tácticas de guerra, milord. Lo siento, pero no veo que sea apropiado que tengamos que discutir estos asuntos en presencia de una dama, menos aún que debamos contar con… su opinión.

Faramir ni siquiera movió un músculo, pero la mirada con que taladró al hombre era más elocuente que cualquier estallido de cólera que hubiera podido desplegar.

- Lord Belgar- respondió, perfectamente en calma-, mi esposa estuvo a punto de entregar su vida defendiendo Minas Tirith en los campos del Pelennor. Fue su mano la que acabó con el comandante en jefe de los ejércitos de Mordor. ¿Acaso pretendéis afirmar que ella sabe menos acerca de la guerra que vos?

El aludido tragó con dificultad, visiblemente intimidado. Faramir no lo sabía, pero por un momento su mirada y su voz habían sido un fiel reflejo de las de su padre. Nadie que hubiera conocido a Denethor en vida había sido capaz de permanecer impasible ante esa mirada en particular.

- No, por supuesto que no- repuso lord Belgar, incómodo.

Después de eso, Faramir decretó que se enviarían tropas al sur para intentar expulsar de allí a los haradrim. Mientras tanto, lord Belgar y los suyos elaborarían un plan para asegurar alimento y cobijo a todo el pueblo de la región, por si llegaba el caso de que fuera necesario arrasar los campos.

No se produjeron más incidentes durante el resto la reunión. Cuando al fin Faramir la dio por terminada y los cortesanos fueron marchándose, Eowyn se quedó junto a su esposo hasta que la sala estuvo totalmente vacía a excepción de ellos dos.

Era parte de su rutina habitual quedarse un rato más, a solas, comentando los puntos más importantes de la reunión y evaluando las reacciones de los otros consejeros. Pero esta vez, Eowyn se dirigió directamente a su marido con una pregunta.

- Faramir, ¿por qué me hiciste miembro del Consejo?

El la miró extrañado. No podia imaginarse que llegaría el día en que ella tendría que hacerle esa pregunta, y le tomó completamente por sorpresa.

- ¿Realmente no lo sabes?

- Creía que sí, pero…- murmuró ella, y entonces Faramir notó la tristeza que había en su semblante y la postura encogida de sus hombros, como si cargara un peso enorme sobre ellos-… Es que a veces, me da la impresión de estar luchando constantemente con la tradición y la historia. Y temo que tu empeño en incluirme esté debilitando tu posición ante tus propios cortesanos. No quiero que te vean débil, o que piensen que tu juicio se ve nublado por lo que sientes por mí.

- Sabes perfectamente que eso no es cierto- contestó él, rodeándole la cintura con los brazos-. Aunque tengo que admitir que a veces sí haces que se me nuble un poco el juicio, querida mía.

Se inclinó para besarle el cuello, logrando arrancarle una risa divertida y cristalina que resonó con fuerza en la habitación vacía.

- No debes preocuparte tanto- continuó Faramir, enderezándose para mirarla de nuevo-. Un buen gobernante es aquel que sabe aprovechar los recursos que su país le ofrece, y yo sería un estúpido si desperdiciara una mente como la tuya. Si a alguno de mis cortesanos le molesta tener que oír las opiniones de una mujer, entonces el problema es de él, no mío.

Ella le dio un apretón cariñoso en el hombro, pero no pudo disimular la sombra de preocupación que cruzó por su rostro.

- ¿Qué?- le preguntó él- ¿Qué es lo que sucede, Eowyn?

La mujer suspiró, apoyando la frente en el pecho de su marido-. Nada, es sólo que… Tú conocías mis sueños de gloria y grandes hazañas, sabías cuán encerrada me sentía en Rohan, en mi papel de dama de la corte y nada más. Por eso a veces me pregunto… Me pregunto si me has confiado esta labor con el único fin de que no me sienta igual de frustrada aquí.

Faramir apoyó la barbilla sobre la rubia cabeza de su mujer.

- Eowyn, sabes que te amo más que a mi propia vida, pero no soy tan mal gobernante como para anteponer nuestra relación al bienestar de mi pueblo- lo dijo con suavidad, bromeando, pero aun así ella levantó la cabeza de golpe, con los ojos muy abiertos, espantada.

- ¡No, por supuesto que no! No he querido decir eso, yo… Oh, olvídalo, de verdad. Ojalá pudiera borrar todo lo que he dicho.

Se soltó de sus brazos y le dio la espalda, aún más apenada que antes, y Faramir se maldijo por haberla disgustado. No esperaba que le afectara tanto una simple broma, pero tal vez había estado fuera de lugar.

- Eowyn…- susurró, acercándose a ella y rodeándole la cintura desde atrás-… Lo que ha sucedido hoy, lo que le has dicho a lord Belgar… Esa es la verdadera razón por la que te pedí que fueras miembro del Consejo. Todos mis consejeros son experimentados militares, grandes estrategas, nobles muy versados en política y en economía… Pero tú eres la única que nunca se olvida de lo más importante.

- ¿Y qué es eso?- preguntó ella, también en voz baja, sin volverse.

- Que el país que gobernamos no es un puñado de fronteras, tierras, castillos y ciudadelas. Nuestro país es la gente que vive en él, y nuestro deber es, ante todo, velar por su seguridad y bienestar. Tú siempre tienes presente que nosotros no somos más que servidores de aquellos que habitan estas tierras, y tampoco permites que yo lo olvide. Eso, esposa mía, es lo que necesito de ti. Que no me dejes perder el contacto con la realidad.

Eowyn no se volvió, pero incluso sin ver su rostro, Faramir la sintió sonreír. La tensión de su cuerpo se evaporó y la joven se relajó contra el pecho de su esposo.

- Vaya…- murmuró-… eso hace más difícil lo que tengo que decirte.

- ¿Y qué es?

- Que vas a tener que buscar quien me reemplace, porque no podré seguir desempeñando mi labor en un futuro no muy lejano.

Faramir frunció el ceño al oírla, y la hizo girar en sus brazos para mirarla de frente.

- ¿Es por lo que ha pasado hoy? Porque si es así, te aseguro que no es necesario. Sabes que yo siempre te defenderé, y …- calló cuando ella le puso un dedo sobre los labios para silenciarlo.

- No, querido, no es por eso.

- Entonces, ¿por qué?

El rostro de Eowyn dibujó una sonrisa radiante-. Porque vamos a tener un hijo.

Durante varios segundos, él no se movió ni dijo nada, como si estuviera llevándole todo ese tiempo asimilar la noticia. Entonces su semblante se iluminó y, lleno de alegría, la levantó en brazos y la besó con fuerza. Los dos reían como chiquillos en un día de fiesta.

Cuando abandonaron la Sala del Consejo, los desaires de ciertos cortesanos de mente estrecha eran la última cosa que ocupaba sus pensamientos.




P.D. Enia, cuando estés en casa dame un toque por mail, que tengo otro regalito preparado para ti.
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