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[personal profile] apocrypha73
Años ha, allá por la prehistoria más o menos, hice el meme famoso en el que me pediais cosas y yo las escribía. ¿Alguien se acuerda? Ya, ya sé que es difícil después de tanto tiempo, pero haced un esfuerzo.
Pues es el turno de [info]another_pilgrim. El me dio a elegir entre dos opciones: o bien una escena de Arwen justo después de la muerte de Aragorn, o bien algo con Skinner y el Fumador que incluyese las palabras "biberón", "talco" y "onomatopeya". Y hombre, escribir una pelea entre Skinner y el Fumador es algo para lo que siempre estoy dispuesta, pero encajar ahí esas tres palabras... whoa. Así que, por eso y porque nunca había escrito nada en el universo de Tolkien a pesar de lo mucho que me gusta, me decidí por lo de Arwen.
Y fue entonces cuando descubrí por qué no había escrito nada antes en este fandom. Porque es MUY difícil pisar las huellas de Tolkien. De hecho, yo sólo he encontrado una autora de fanfic que lo haga realmente bien: http://h.t.ioki.tripod.com/lotr/FicPageMain.htm
Si no la conoceis, os recomiendo ir corriendo a su página y leer "The Captain and the King" lo antes posible. Y ya con esto seguro que os quito las ganas de leer lo mío.
En fin, valor y al toro. Perdóneme usted, maestro, por el atrevimiento.

La eternidad por un solo día

Por Apocrypha73

 

 

 

<< ‘¡Estel, Estel!’, exclamó Arwen, y mientras le tomaba la mano y se la besaba, Aragorn se quedó dormido. Y de pronto, se reveló en él una gran belleza, una belleza que todos los que más tarde fueron a verlo contemplaron maravillados, porque en él veían unidas la gracia de la juventud y el valor de la madurez, y la sabiduría y la majestad de la vejez. Y allí yació largo tiempo, una imagen del esplendor de los Reyes de los Hombres en la gloria radiante anterior al desgarramiento del mundo. >>

J.R.R. Tolkien, “El Señor de los Anillos: Apéndices”. Apéndice A, “Anales de los Reyes y los gobernantes”.

 

 

 

 

 

El rey Elessar de Gondor no murió en la guerra, espada en mano y al frente de su ejército, como habría cabido esperar después de la heroica vida que había llevado. A pesar de haber liderado incontables batallas para mantener a raya las fuerzas del mal, en ninguna de ellas le alcanzó el destino.

         Tampoco cayó vencido por la edad ni la enfermedad, consumido su cuerpo y su espíritu bajo el peso de sus largos años de vida, pues ni la muerte misma se habría atrevido a cometer semejante falta de respeto contra el más grande soberano que aquella tierra había conocido jamás. No, cuando la parca vino a buscar a Aragorn, hijo de Arathorn, fue porque él le dio permiso para hacerlo.

El suyo había sido un reinado largo y próspero, no exento de dificultades pero ninguna que él no fuera capaz de superar con dedicación y sabiduría. Amado por su pueblo, temido por sus enemigos, ocupó con nobleza el antiguo trono de Númenor durante ciento veintidós años. Muchos lo llamarían privilegiado por haber gozado de tan larga vida.

Para su reina, sin embargo, apenas había durado un suspiro.

Pues, ¿qué son ciento veinte años para alguien que ha habitado la Tierra Media durante casi tres milenios?

La muerte es algo tan antinatural para un elfo, tan ajeno, que apenas puede entender el concepto. No realmente. Los humanos crecen con la certeza de que algún día les llegará a todos, sólo es cuestión de cuándo y cómo. Para los elfos, en cambio, la eternidad es un camino que se extiende ante ellos esperando ser recorrido sin prisas, y a menos que la guerra o la tragedia se crucen en él, continúa y continúa sin que nadie alcance a ver su fin, o tan siquiera lo imagine. Por eso, cuando sucede, el golpe es para ellos más fuerte que para los seres mortales.

Esa era la razón por la que Eldarion, el hijo de los reyes, tenía un nudo de temor alojado en su corazón desde el momento en que su padre cerró los ojos por última vez.

Caminaba por los pasillos desiertos en dirección a los aposentos de su madre, sus botas resonando sobre el suelo de piedra con rítmica precisión. Los escasos sirvientes que se cruzaron en su camino se limitaron a apartarse, saludándole con una inclinación de cabeza que en la mayoría de los casos pasó desapercibida para el príncipe, demasiado perdido en sus pensamientos como para prestar atención a nada más.

Aquella mañana habían concluido por fin los funerales por el rey, y por extenuantes que hubieran sido esos días, la verdadera prueba venía a partir de entonces, y Eldarion lo sabía. Ahora, todos tendrían que empezar a vivir sin Aragorn. O mejor dicho, aprender a vivir sin él.

Al llegar a la puerta de las habitaciones de la reina, tocó suavemente con los nudillos sobre la pulida superficie de madera, y la respuesta no se hizo esperar. Eldarion abrió despacio y encontró a Arwen sentada en un sillón frente a la chimenea. Aunque faltaba poco para la llegada de la primavera, el tiempo aún era desapacible, y los muros de blanca piedra del palacio no ofrecían mucha calidez a sus ocupantes. Pero no era esa clase de frío la que helaba el corazón de Arwen y le hacía buscar la proximidad del fuego.

Eldarion se acercó en silencio y se arrodilló frente a ella, tomándole una mano y estrechándola entre las suyas. El rostro eternamente joven de la reina, más incluso, en apariencia, que el de su propio hijo, se veía sin embargo cansado. Nadie que no la conociera tan bien como Eldarion podría notar las señales, pues su inmortal belleza no había disminuido un ápice. Pero él apreciaba con claridad las finísimas líneas que habían aparecido junto a su boca, las sombras oscuras bajo sus ojos, la luz que se había apagado en ellos. Por primera vez desde que el príncipe tenía memoria, la mirada de su madre mostraba la carga de sus largos años de vida, y la visión le rompió el corazón.

- Madre…- comenzó, pero la voz se le quebró en el intento. Sin embargo, la soberana supo lo que pretendía decirle. Las palabras nunca habían sido necesarias entre ellos, de todos modos. Aparte del vínculo natural que existe entre toda madre y su hijo, Eldarion había heredado, como Arwen, parte del don de Elrond para la adivinación.

- No debes preocuparte por mí, Eldarion- le dijo suavemente.

- No irás a decirme que estás bien, ¿verdad?- contestó él en voz baja.

- No, claro que no. Mentiría si dijera eso.

Eldarion le apretó suavemente la mano. No soportaba ver aquel dolor en sus ojos, en aquel rostro que seguía siendo tan hermoso y dulce como cuando él lo miraba desde su cuna. Arwen no era una mujer frágil, pero en aquel momento parecía a punto de quebrarse, y casi daba miedo levantar la voz por miedo a que la vibración la hiciera estallar en pedazos.

- Madre, ¿estás segura de que no puedes aún ir a los Puertos Grises? Quizá todavía estés a tiempo.

Ella esbozó una sonrisa triste. Eldarion no lo sabía, pero Aragorn le había hecho esa misma pregunta poco antes de su muerte. En aquel momento la respuesta le había sabido amarga, pero desde entonces había tenido mucho tiempo para pensar.

- No, hijo- respondió-. Hace muchos años ya que partió el último barco, y aunque no fuera así…

Miró al fuego, como esperando que en sus profundidades encontraría las palabras adecuadas para hacerle entender a Eldarion lo que sentía. Por el rabillo del ojo veía que él aguardaba en silencio a que continuara hablando, sin apresurarla, sólo preocupado y atento. Su hijo, que había heredado la fuerza, la estatura y la imponente presencia de su padre, junto con la majestuosidad y belleza de su abuelo Elrond, además de la bondad y sabiduría de ambos. Arwen se volvió para mirarle y sintió que su corazón se hinchaba de orgullo.

- Hice mi elección hace mucho tiempo, hijo mío- comenzó-. Cuando decidí unirme a Aragorn, lo hice a sabiendas de que tendría que compartir el destino de los hombres algún día. He tenido una vida hermosa y plena junto a tu padre. Le he amado con todas mis fuerzas desde el día en que le conocí, y… en todos los siglos que llevo en este mundo, jamás me había sentido tan viva, tan realmente viva, como en los años que compartí con él. Te tuvimos a ti, que llenaste todavía más nuestra existencia aunque eso parecía imposible. En suma, he gozado de todas las bendiciones que podría haber soñado, y muchas más. Si ahora marchara hacia el oeste para reunirme con mis padres y hermanos, sería como… como hacer trampa, por decirlo de algún modo. Como si al llegar hasta aquí decidiera que lo que obtuve no era digno del precio que tendría que pagar por ello, como si no hubiera sido lo bastante importante. Y no estoy dispuesta a rebajar mi vida con tu padre de esa manera.

Eldarion no sabía muy bien qué contestarle. Todo lo que su madre le estaba diciendo era muy hermoso, pero en el fondo no podía dejar de pensar que sólo habían sido unos cuantos años de felicidad frente a toda una eternidad, y que tal vez, algún día, cuando el peso de la soledad comenzara a aplastarla, se arrepentiría de su decisión. No queriendo faltarle al respeto, se limitó a apretarle cariñosamente la mano y no dijo nada, pero ella supo lo que pensaba de todas formas.

- Sé que tal vez ahora no lo entenderás- continuó la reina-, tú eres joven y ves las cosas de otra manera. Pero créeme, estoy en paz. No estoy diciendo que no me duela su pérdida. Me seguirá doliendo hasta el fin de mis días y le echaré de menos cada segundo. Pero a pesar de todo el dolor, por mucho que éste dure… mereció la pena, hijo mío, incluso esos pocos años.

- ¿Estás segura, madre?

Arwen esbozó una sonrisa que, por primera vez en muchos días, se veía genuina.

- Eldarion, querido- respondió-. Habría merecido la pena aunque sólo hubiese durado un día.

 

 

 

 

 

Fin.

 


Editado: Muchisimímas gracias a mis inestimables betas, [profile] __marion__ y [profile] m_enia. No sé qué haría sin ellas (y no sé cómo he podido olvidarme de nombrarlas antes).
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