Primera entrega de las peticiones del meme

[apocrypha73]

He tardado un siglo pero al fin tengo el primer minific completado. Por cierto, voy a responder a los pedidos en el orden en que me los habéis hecho, como ya os habréis podido imaginar. Y la primera fue alderaan_, que quería un Booth/Brennan, preferiblemente una conversación en el coche o algo post-beso en la mejilla del capítulo 8. Bueno, corazón, al final ha salido conversación en el coche. Y seguramente esto no es lo que tú esperabas, pero es que mi musa es muy suya. Yo quería escribirte un fic calentorro, pero la muy maldita se negó. Ni sobornándola con chocolate, oye. Sólo me ha dado UST. Sorry.
Pero en fin, aquí está. Todo para ti. No está beteado, así que los tomates me los lanzan sólo a mí, que mis niñas no han tenido nada que ver. El fic estaría situado en algún punto entre el final de la primera temporada y el principio de la segunda. No hay spoilers muy gordos, sólo una referenca al capítulo 1x15, "Two bodies in the lab".

- Y, dime, ¿ya te has comprado un televisor?

Brennan apartó la vista de la ventanilla del coche y se giró hacia Booth, arqueando las cejas. Sumida en sus reflexiones sobre el caso que los ocupaba, no había oído bien la pregunta.

- ¿Cómo dices?

- Te he preguntado si ya te has comprado un televisor. La última vez que estuve en tu casa no tenías.

- Ah, pues… no, pero, ¿por qué lo mencionas?- dijo ella con cautela. La última vez que Booth había estado en su casa, había acabado en el hospital por culpa de una bomba puesta en su frigorífico. No era algo que le agradara recordar.

- Sólo intento entablar una conversación, Huesos. No has dicho una palabra desde que salimos del Jeffersonian.

Ella se relajó un poco.

- Oh. Pues, no, aún no me lo he comprado.

Booth rió por lo bajo, sacudiendo la cabeza negativamente.

- Debí imaginarlo.

- Bueno, ¿y qué tiene de malo?- replicó ella, a la defensiva-. Millones de personas viven sin televisión toda su vida, y no la echan de menos.

- Sí, ya, en el Tíbet. En serio, Huesos, ¿no sientes la necesidad de evadirte un rato después del trabajo?

La mujer dejó escapar un suspiro de exasperación-. Claro que sí. Y lo hago. Es sólo que la televisión no me interesa.

- ¿Ni siquiera los documentales? Venga ya, seguro que incluso tú puedes encontrar algo que te guste, aunque sólo sea el canal de National Geographic.

- Estoy suscrita a su revista- respondió ella simplemente, y esta vez fue él quien resopló.

- ¿Qué?- preguntó Brennan, molesta-. ¿Tengo que sentirme culpable porque no me guste la televisión? ¿Me convierte eso en un bicho raro?

- No más de lo que ya eras.

- Oye, no todo el mundo tiene los mismos gustos. Ya te lo dije, yo prefiero leer y escuchar música.

- Huesos, las revistas de antropología no cuentan como medio de evadirse.

- Eso no es lo único que leo.

- ¿Ah, no? ¿Y qué más sueles leer?

Brennan hizo una pausa, considerando si era buena idea o no responder. Si lo hacía, podía ocurrir que tuviera que aguantar las burlas del agente hasta el fin de los tiempos, pero lo cierto era que ya se había metido de lleno en el pantano y no había forma de volverse atrás sin mancharse los zapatos, por decirlo de algún modo. Luego pensó que al diablo con ello. No tenía por qué avergonzarse, y si Booth quería reírse, allá él.

- De vez en cuando me gusta leer novela romántica- soltó, con un tono perfectamente neutral.

Por un momento pensó que Booth iba a frenar el coche, tal fue la cara de asombro que puso. Pero no, sólo se quedó callado, con la boca ligeramente abierta y mirando con fijeza a través del parabrisas. El silencio se prolongó unos cuantos segundos, mientras Booth intentaba una y otra vez comenzar una frase sin lograrlo. Al final, lo que dijo fue probablemente lo peor que se le podría haber ocurrido.

- ¿Tú lees esa basura rosa, Huesos?

Brennan abrió mucho los ojos y se volvió hacia él, totalmente indignada.

         - ¡Eso es un prejuicio machista difundido por gente que jamás ha leído una de esas novelas, y que sólo se basa en la idea preconcebida de que lo femenino equivale a superficial, pusilánime, débil y estúpido!- respondió, levantando un dedo admonitorio para enfatizar sus palabras.

         - Vale, Huesos, lo siento, no te pongas así.

         Siguió otro silencio. La mujer casi podía oír girar los engranajes del cerebro del agente, intentando encontrar la forma de satisfacer su curiosidad sin ofenderla.

- Es que… no me cuadra contigo, ¿sabes?- dijo al cabo de un rato-. No te imagino leyendo esos folletines tipo Harlequin y demás.

Ella suspiró, armándose de paciencia.

- No estoy hablando de folletines, sino de novelas. Como en… libros. Ya sabes, trescientas o cuatrocientas páginas encuadernadas, a veces con una cinta de tela para marcar el punto de lectura… ¿te suena?

Booth se limitó a dirigirle una mirada que dejaba bien claro lo que opinaba de su sarcasmo.

- Es un error bastante común. Al menos entre los hombres- siguió ella-. Vosotros veis las portadas y ya dais por sentado que la historia que se cuenta dentro es igual de cursi. Pero no lo es. Son muy entretenidas en realidad. Tienen una buena ambientación histórica, intriga, algo de humor… Si cualquiera de esas novelas la hubiera escrito un hombre, estaría en la sección de narrativa, se editaría con una portada más normal y el crítico del Post se la tomaría en serio. Es así de simple.

- Tal como lo cuentas, hasta a mí me están dando ganas de leer alguna.

Brennan sonrió-. A lo mejor te gustaría. Eso sí, no te aconsejo que las leas en público.

- Hey, ¿por qué no? Ahora están de moda los hombres sensibles que no reniegan de su lado femenino y toda esa mierda, ¿no?

La sonrisa de ella iba camino de convertirse en carcajada-. Digamos simplemente que a ti no te pega ese estilo.

- No sé si ofenderme o tomármelo como un cumplido- respondió él, fingiendo que se lo pensaba.

- Tú mismo.

Booth paró en un semáforo en rojo y ninguno de los dos habló mientras esperaban, aunque esta vez el silencio era cómodo, amistoso.

- De todas formas, no sé por qué es una sorpresa tan grande enterarte de que leo novela romántica- dijo ella cuando se pusieron en marcha otra vez- Tú has leído mis libros, ¿no?

- Sí, pero… no pillo la relación. No irás a decirme que las protagonistas de esas novelas se dedican a resolver crímenes entre beso y beso, ¿no?

- A veces, pero no me refiero a eso- rió Brennan-. Booth, ¿dónde crees si no que aprendí a a escribir escenas eróticas?

- ¡¿Escenas eróticas?!- preguntó él, y se enderezó en el asiento como si de pronto toda su atención estuviera concentrada en la charla.

- Sí, eso he dicho.

- ¿Hay escenas de ese tipo en esas novelas?

- Oh, ya lo creo que sí.

- ¿En todas?

- En la mayoría.

Booth rió por lo bajo, moviendo la cabeza negativamente-. ¡Pero qué hipócritas llegáis a ser las mujeres!

- ¡¿Cómo dices?!- replicó Brennan, a medio camino entre absolutamente desconcertada y francamente ofendida.

- ¡Venga ya!- se burló él-. Todo ese rollo que me has largado antes defendiendo su calidad literaria era puro cuento. ¡Las leéis por el porno!

- Pues claro- contestó ella con calma-. ¿Quién dice lo contrario?

Esa debía de ser la última respuesta que Booth se esperaba, porque se quedó sin palabras durante varios segundos.

- O sea, ¿lo reconoces?

- Booth, una cosa no quita la otra. Por supuesto que a las mujeres también nos gusta… fantasear con ayuda externa, por decirlo de algún modo. Lo que ocurre es que el tipo de estímulo que buscamos nosotras es muy distinto al que escogería un hombre.

- ¿Ya vamos a empezar con el discurso feminista?

- No se trata de ningún discurso, es un hecho biológico demostrado que para el hombre el sexo se centra en lo genital y para la mujer en lo cerebral. Por eso a vosotros os excita ver sexo, y a nosotras leerlo e imaginarlo. Incluso te diría que no es tan importante lo que hacen los personajes como la descripción de lo que sienten al hacerlo. Y además, nos gusta que venga acompañado de una historia, que haya una tensión sexual que crece antes de resolverse.

- Eso es algo que no encontrarás en una peli porno, ahí te doy la razón.

Otro silencio. Al parecer esa conversación estaba condenada a desarrollarse por etapas, dejando espacios para la reflexión entre trozo y trozo. Al final fue Booth quien lo rompió esta vez, cauteloso, como si no estuviera muy seguro de que fuera prudente decirle lo que le iba a decir.

- Entonces… ¿esa parte de tus libros sale de ahí? ¿De lo que lees en esas novelas?

- Pues… sí, pero ¿por qué pareces decepcionado?

- ¿Decepcionado? No, nada de eso. Es sólo que, bueno, verás, siempre había creído que escribías esas escenas a partir de… Es decir, que te basabas en… - Se pasó un dedo por el cuello de la camisa como si de pronto le apretase demasiado, con la cara tan roja como los calcetines que llevaba ese día. Brennan le miró sin comprender el motivo de su incomodidad, hasta que por fin el soltó-… ¡en tus propias experiencias!

Ella levantó tanto las cejas que parecía como si quisiera tocarse la raíz del pelo con ellas.

- Bueno, es lo que hacen los escritores, ¿no?- continuó él, más rojo aún si cabía.

Brennan aún esperó unos segundos antes de contestar.

- Me refería al estilo, Booth. A cómo relatar sexo de forma gráfica sin ser grosera. No a los hechos en sí.

- Oh.

Oh, sin duda, pensó Brennan. Porque de pronto se había formado en su mente la imagen de Booth, leyendo esa parte de sus libros e imaginándola a ella como protagonista, y la idea debería horrorizarle pero por alguna razón le producía justo el efecto contrario.

No era un día especialmente caluroso, pero de repente le pareció como si alguien se hubiera dejado abierta la puerta del mismísimo infierno.

“Es tu compañero. Sois sólo amigos. Si lo pensó es simplemente porque es un hombre y para ellos el sexo es como respirar, algo automático. Eso es. No significa nada. Tu compañero. Tu compañero. Tu compañero”.

- Entonces,- dijo Booth tímidamente- ¿no…?

- No pienso contestarte a eso- le interrumpió ella.

- Vale, vale.

Dios, necesitaba cambiar de tema de conversación a cualquier precio. Ya. Ahora mismo.

O de lo contrario, iba a ser un trayecto en coche muuuuuuuy largo.