apocrypha73: (SW_obidala)
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Supongo que cada vez que publico un capítulo debería decir aquello de que los disclaimers están en la primera parte y tal, ¿no? Y a lo mejor tendría que incluir los enlaces a los capis anteriores.... ¡Pufff, qué pereza, con la de capítulos que tiene esto...! Anyways, si alguien lo está leyendo, sabes cómo va eso de las tags, ¿verdad? Vale, entonces no hace falta que me enrolle más. Ahí va uno cortito.

- Al fin- dijo Padmé con un suspiro de alivio, mirando hacia las estribaciones de las colinas, que ya se veían cercanas delante de ellos.

Obi-Wan, de pie a su lado, la miró y no pudo evitar una media sonrisa de admiración. A pesar de que debía de estar exhausta, eso era lo más parecido a una queja que le había oído pronunciar en todo el día. La senadora había caminado tercamente durante horas, hablando poco para ahorrar fuerzas, deteniéndose sólo cuando él la obligaba a hacerlo, y sin pedirle jamás un descanso.

Padmé era una mujer fuerte, tanto de mente como de espíritu. Aquel aspecto delicado y frágil no era más que fachada, aunque una fachada muy hermosa, sin duda. Obi-Wan estaba empezando a darse cuenta de lo extraordinario que era su carácter, incluso más que su belleza externa. Su fortaleza, su valor, y esa pasión que ponía en todo lo que le importaba, la hacían brillar con una especie de luz interior, un aura resplandeciente, y absolutamente irresistible.

"Ten cuidado, jedi", se dijo a sí mismo, "Ya empiezas a divagar otra vez".

Obi-Wan era un hombre realista, y no acostumbraba a huir de la verdad. Tenía que reconocer que deseaba a Padmé. Lo había descubierto esa mañana con claridad meridiana, y no tenía sentido negarlo. Lo peligroso era que, junto con la fuerte atracción física que ella le provocaba, se entrelazaban otros sentimientos más personales, como la admiración, la ternura y una intensa necesidad de protegerla de todo mal.

Pero siendo un jedi, ése era un lujo que no podía permitirse. Más valdría que retomara el control de sus emociones, o aquello podía acabar en desastre.

- ¿Te encuentras bien? ¿Quieres que sigamos?- le dijo, intentando devolver su mente al presente.

Ella asintió-. Me encuentro perfectamente. Y además, estoy deseando dejar atrás este condenado bosque.

- ¿Por qué? ¿No te gusta la naturaleza?- replicó Obi-Wan, bromeando, mientras comenzaban a andar.

- Oh, bueno, ya sabes- respondió Padmé en el mismo tono-. Nosotros, los políticos, somos muy comodones. Acostumbrados a los palacios de la gran ciudad…

- Me partes el corazón. Y yo que pensaba que estabas disfrutando con nuestra pequeña excursión… Al fin y al cabo, ¿qué tiene Coruscant que sea mejor que esto?

- Comida, agua caliente, camas, ropa limpia…

- ¡Vale, vale, lo he entendido!- exclamó Obi-Wan entre carcajadas, y Padmé se unió a su risa.

Con el ánimo menos sombrío, siguieron su camino hacia las colinas.

 

 

Menos de una hora después, Padmé y Obi-Wan alcanzaron el lugar donde el terreno comenzaba a elevarse y hacerse más escarpado. Los árboles eran bastante más escasos en esa zona, y tendían a desaparecer casi por completo delante de ellos. Se detuvieron allí para tomar su frugal almuerzo y descansar un poco, pero no se entretuvieron mucho tiempo. Impacientes por abandonar la sombría amenaza del bosque, reanudaron la marcha en seguida.

Apenas habían comenzado a andar cuando Obi-Wan se detuvo en seco, agarrando a Padmé por el brazo.

- ¿Qué…?- comenzó ella, pero el jedi no le dio ocasión de terminar. En un segundo se dio la vuelta, colocándose delante de ella, y cogió su sable de luz en el mismo movimiento, justo a tiempo para desviar una descarga láser que salió de ninguna parte.

Varias descargas más siguieron a la primera, todas ellas bloqueadas efectivamente por el sable de Obi-Wan. Padmé se agachó detrás de un árbol, intentando no estorbarle, y escudriñando el bosque en la dirección de la que procedían los disparos. Pronto los localizó: dos extraños humanoides de una raza que la mujer no pudo identificar, uno acercándose por la izquierda y otro por la derecha.

Pero Obi-Wan también los había visto. Manejando el sable de luz con la mano derecha, extendió la izquierda y los blaster de los dos piratas escaparon de las garras que los sujetaban.

El jedi cogió las armas al vuelo, mientras los mercenarios aún seguían petrificados por la sorpresa.

- ¡Padmé!- exclamó Obi-Wan, lanzándole uno de los blaster a la muchacha. Sin perder un segundo, la joven empezó a disparar contra el pirata que tenía más cerca, que para entonces ya había reaccionado y sacaba su segunda arma del tobillo. Obi-Wan, por su parte, enganchó el otro blaster a su cinturón y de un poderoso salto esquivó los disparos del segundo sicario, aterrizando justo delante de él y cercenándole la cabeza de un solo mandoble.

Cuando se giró para encargarse del otro pirata, le vio tendido en el suelo, muerto. Padmé se puso en pie despacio, aún con el blaster en alto y atenta a cualquier posible movimiento del asesino. El árbol tras el que se había parapetado estaba chamuscado en varios puntos, pero la mujer afortunadamente estaba intacta. Obi-Wan se acercó a ella, mientras con la Fuerza buscaba otras amenazas en los alrededores, pero no encontró nada.

- Tenemos que darnos prisa- le dijo-. Estos dos estaban solos, pero seguramente forman parte de una partida de búsqueda. En cuanto llegue la próxima ronda de control y no contesten, Deloran sabrá en qué zona estamos.

Padmé asintió e introdujo el blaster en su cinturón-. Busquemos un escondite.

 

 

Mientras ascendían la empinada ladera, Padmé descubrió con placer que su fatiga parecía haberse evaporado. Sabía que se debía a la adrenalina que corría por sus venas después del ataque, y que no duraría mucho, pero de momento le dio la bienvenida a esa nueva reserva de energía que le brindaba su cuerpo. Ya se preocuparía después, cuando se le terminara.

- Por allí- dijo Obi-Wan, señalando a un punto situado por encima de sus cabezas, a la derecha-. Fíjate, esa pared rocosa está llena de cuevas. Es nuestra mejor opción.

- De acuerdo- contestó ella, y continuaron subiendo.

 

***

 

Qui-Gon se detuvo de pronto y alzó una mano para indicar a Anakin que hiciera lo mismo. El Maestro Jedi se quedó muy quieto, sin decir nada, con una expresión de profunda concentración en su rostro.

- Yo también la he sentido, Maestro- dijo Anakin a su lado.

Qui-Gon asintió- ¿La perturbación en la Fuerza?

- Sí- corroboró el padawan-. ¿Qué significa?

- No estoy seguro, pero… creo que estamos más cerca de Obi-Wan. Puede que tenga que ver con él y, quizá, con la Senadora Amidala.

- ¿Les habrá ocurrido algo malo?- preguntó Anakin, preocupado.

- No lo sé, Padawan- respondió Qui-Gon-, aunque no lo creo. No puedo asegurar nada en cuanto a la senadora, pero presiento que Obi-Wan está bien.

El muchacho le miró con una mezcla de admiración y frustración. Por muchas veces que le viera en acción, nunca dejaba de maravillarle el control que su maestro tenía sobre la Fuerza-. Ojalá yo supiera hacer eso.

Qui-Gon se volvió hacia él y extendió una mano hacia el muchacho, con la palma hacia arriba.

- Concéntrate- le dijo. Anakin puso su mano sobre la de Qui-Gon, más grande y callosa, y cerró los ojos.

- Convoca a la Fuerza- siguió diciendo el maestro-. Siéntela a tu alrededor, déjala crecer en torno a ti.

Qui-Gon guió a su padawan en el proceso, ayudándole a concentrarse. De pronto, notó cómo la Fuerza crecía dentro de Anakin, con una intensidad que no había percibido nunca, ni siquiera en presencia de grandes maestros mucho más experimentados. El poder que emanaba del chico era tan fuerte que casi le asustó.

- ¡Lo noto, Maestro!- exclamó Anakin, abriendo los ojos entusiasmado-. ¡Reconozco la presencia de Obi-Wan! ¡Y no está solo!

Al oír eso, Qui-Gon frunció el ceño, asombrado. Él había presentido a Obi-Wan con facilidad, pero no había podido identificar otras formas de vida con él, más allá de una vaga sensación que tanto podía corresponder a un ser humano como al propio bosque. Sin embargo Anakin le estaba diciendo, sin lugar a dudas, que detectaba otro ser inteligente que no era un jedi. Parecía que las habilidades de aquel muchacho nunca dejarían de sorprenderle. Pero su estupefacción fue aún mayor cuando Anakin continuó hablando.

- Hacia el oeste, Maestro Qui-Gon- dijo-. Están cerca. Creo que se dirigen a las colinas.

Durante un par de segundos, el veterano jedi fue incapaz de reaccionar. Que Anakin fuera capaz de situar con tanta precisión el lugar donde se encontraban Obi-Wan y Padmé demostraba un poder que escapaba a su comprensión. Ese grado de control de la Fuerza era muy difícil de alcanzar, incluso con años y años de entrenamiento. Sin embargo, aquel chiquillo lo tenía de forma natural. La idea le hizo sentirse afortunado y honrado, por ser su maestro y tener la oportunidad de ayudar a modelar un poder semejante. Pero también le causó cierta inquietud. No era la primera vez que tenía a su cargo un alumno de talento extraordinario, y sabía a ciencia cierta que eso, por sí sólo, no garantizaba que se convirtiera en un buen jedi. Xanatos había sido una buena prueba de ello.

Apartó ese pensamiento con un escalofrío. No había dejado que el recuerdo de su fallido padawan le atormentara desde hacía muchos años, y no iba a empezar de nuevo. Anakin no era como él, al igual que Obi-Wan tampoco lo había sido.

- Muy bien, Padawan- asintió-. Hacia el oeste, entonces.

Echó a andar en esa dirección, y el muchacho le siguió, exultante de felicidad. Había sentido crecer la Fuerza en su interior, había notado cómo su poder le inundaba, llenando cada extremo de su cuerpo, y en ese momento se había sentido capaz de cualquier hazaña. Pero eso no era lo mejor de todo, ni mucho menos.

Lo que le provocaba esa alegría desbordada era que su maestro le había creído. Había aceptado la visión de Anakin sin dudarlo un solo segundo. Qui-Gon confiaba en él.

Aquello era mejor que ganar una carrera de vainas.


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