Perseguidos - Capítulo 8
Oct. 15th, 2007 12:39 am![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
Y toda esta tontería sirve como introducción para decir que allá va otro trocito:
Apenas había salido el sol cuando Padmé despertó. Al principio le costó un poco sacudirse la sensación de desorientación que se aferraba a su mente con los últimos vestigios de sueño. Se sentía cómoda, abrigada y tranquila, y no quería salir de allí. Se movió un poco, sonrió, y al abrir los párpados se encontró frente a frente con los increíbles ojos verde-azulados de Obi-Wan, chispeando sonrientes en medio de su atractivo rostro.
Sintió que sus mejillas se ponían rojas y que el corazón se le aceleraba, pero, medio aturdida aún, no entendía muy bien qué hacía él allí, tan cerca. Le cruzó por la mente la extraña idea de que esa sonrisa tan traviesa no encajaba con la seriedad de su barba, y creyó recordar que, cuando le conoció seis años atrás, a Obi-Wan se le formaban hoyuelos cuando sonreía. Sí, los hoyuelos sí que concordaban con esa expresión. Lástima que estuvieran ocultos ahora.
- ¿Has dormido bien?- susurró él sin perder la sonrisa, y en ese momento Padmé tomó conciencia de la intimidad de la situación. Demasiada para su tranquilidad. Pasándose las manos por el rostro para terminar de despejarse, se enderezó y se puso en pie.
Nada más hacerlo ya echaba de menos el calor de sus brazos, pero se consoló pensando que el frío de la mañana ayudaría a calmar la vergüenza que sentía.
- He dormido de maravilla, gracias- le dijo con su mejor tono diplomático mientras Obi-Wan se levantaba del suelo. Lo que la sorprendió fue que era verdad. Se encontraba descansada y fresca, como si hubiera dormido tranquilamente en su propia cama, en lugar de hacerlo en el suelo de un bosque y con su vida en peligro. En contra de sus temores del día anterior, ninguna pesadilla sobre Deloran y la muerte de Cordé la había despertado, aunque tenía la vaga sensación de que había soñado algo inquietante que no podía recordar. Se le ocurrió que Obi-Wan probablemente tenía algo que ver con ello, y se sintió agradecida y reconfortada sabiendo que él la cuidaba con tanto celo. Los dioses sabían que necesitaba todo el descanso que pudiera conseguir.
Miró de reojo hacia el jedi, pensando en todo lo que había hecho por ella, mientras se alisaba el cabello con aire distraído. Al notarlo encrespado y sucio, la asaltó el pensamiento de que debía de estar horrible, recién levantada y sin haber podido bañarse en tres días. Desde que toda aquella historia había comenzado, a Padmé le había importado un rayo su propio aspecto, pero ahora, de pronto, le preocupaba que Obi-Wan la viera de ese modo. Internamente se alegró por su costumbre de no usar maquillaje más que en los actos oficiales, gracias a la cual no lo llevaba cuando salió de Naboo. Porque no quería ni imaginarse cómo habría quedado su cara después del secuestro, de no ser así.
- Creo que… - murmuró, mirando a cualquier parte menos a Obi-Wan-… aprovecharé que estamos al lado del río para asearme un poco.
El jedi la miró con expresión de incredulidad- ¿Estás hablando de bañarte ahí? Padmé, ese agua ya estaba helada cuando bebimos ayer por la tarde, ¿recuerdas? Y eso después de darle el sol todo el día. Pero ahora… apenas ha amanecido, debe de estar gélida.
"Genial, a ver si se me enfría el cerebro y dejo de pensar tonterías", pensó la muchacha, molesta consigo misma por esa absurda y repentina preocupación por su imagen. Pero en vez de eso, lo que dijo fue-: Me lo imagino. A ver cuánto soy capaz de aguantar.
- Como quieras- accedió Obi-Wan-. Voy a buscar algo que nos pueda servir de desayuno. ¿Tendrás suficiente con media hora?
- Desde luego.
- Muy bien. Toma, quédate con esto- dijo él, sacando un pequeño objeto de su cinturón-. Es una bengala de señales. Si notas cualquier atisbo de peligro, úsala. No me alejaré mucho.
Ella la cogió con una sonrisa de agradecimiento. Habría preferido un blaster, pero evidentemente él no llevaba ninguno consigo. Y el intercomunicador tampoco habría servido de mucho, ya que sólo tenían uno.
Obi-Wan se marchó y Padmé se acercó a la orilla del río. Le bastó con introducir la mano en el agua un segundo para decidir que lo del baño quedaba descartado. La corriente no era fuerte, pero él tenía razón: estaba tan fría que parecía capaz de cristalizarle la sangre. De rodillas junto al borde, se lavó lo mejor que pudo y trató de desenredarse el cabello con las manos, para luego recogerlo en una coleta. No era gran cosa, pero lo cierto era que se sentía mejor.
Obi-Wan se internó entre los árboles y dio un rodeo, buscando algún recodo del río que estuviera oculto a la vista del improvisado campamento donde había dejado a Padmé. Pese a la reticencia que le había expresado a ella, la verdad era que la idea de un baño en agua helada no le parecía tan mala, especialmente después de verla despertar.
La había contemplado mientras se desperezaba, confiada, entre sus brazos. Y de pronto, al verla esbozar aquella sonrisa tierna, había sentido un impulso casi incontenible de besarla.
La intensidad del deseo que Padmé le había provocado todavía le aturdía. Había tenido que hacer un verdadero esfuerzo de voluntad para resistirse.
Al fin encontró un rincón apropiado para sus propósitos, un pequeño remanso en el que el agua estaba casi quieta, apartada de la corriente principal. Se quitó la ropa y entró en el río, respirando a grandes bocanadas cuando la frialdad del agua le golpeó en el pecho. Sólo aguantó unos diez segundos antes de volver a salir, pero al menos consiguió que su cuerpo se olvidara de otras urgencias que le habían asaltado momentos antes. Temblando, se tumbó en una piedra sobre la que el sol comenzaba a derramar tímidamente sus primeros rayos y dejó que su escaso calor le reconfortara.
Se sentía avergonzado de que la mera idea hubiera pasado por su mente. Padmé le había otorgado plena confianza, hasta el punto de aceptar dormir en sus brazos. Él no podía corresponderle de aquella manera indigna. No era uno de esos patanes de los bajos fondos de Coruscant, sino un jedi, y ningún jedi con una mínima dosis de sentido del honor miraría a su protegida de ese modo. Menos aún en la situación en que se encontraban, con la joven dependiendo completamente de él para sobrevivir.
Si Padmé llegara a intuir lo que estaba pensando… La posibilidad le provocó un escalofrío. No, no iba a dejar que ocurriera. La respetaba demasiado para ponerla en una situación tan incómoda.
Una vez seco, volvió a ponerse su abrigada túnica y el manto con gran alivio, y emprendió la búsqueda de comida.
Mientras caminaba, trató de orientarse un poco. Sabía que Zahr rotaba en el mismo sentido que la mayoría de los planetas, así que por la posición del sol dedujo que el día anterior se habían estado moviendo hacia el oeste hasta que encontraron el río, que fluía en dirección norte-sur desde las montañas. Lo cual indicaba que tras aquellas colinas estaba Zalihn, la capital. Ya sospechaba que ése era el rumbo que estaban siguiendo, y de hecho era el que más convenía a sus propósitos. Si su única esperanza de salir de allí era robar una nave, la ciudad era probablemente el único sitio donde podrían conseguirlo.
No tardó mucho en recoger algo más de muja y regresar hasta donde había dejado a Padmé. Comenzaba a sentir cierta inquietud imprecisa, una ligera perturbación en la Fuerza cuyo origen no podía determinar, pero que no dejaba de rondarle por la mente.
Cuando se reunió con la senadora la notó intranquila, como si también ella presintiera algo. Desayunaron en silencio y con rapidez, ambos conscientes de que debían ponerse en marcha lo antes posible. Y antes de que el sol hubiese sobrepasado las copas de los árboles, ya estaban en marcha de nuevo.
***
Qui-Gon detuvo el deslizador junto a la linde del bosque, en el extremo sur-occidental de la cordillera que bordeaba Zalihn. No estaba muy seguro de qué era lo que había esperado encontrar, pero ahora que tenía enfrente la espesura, quedaba claro que tenían que dejar el deslizador allí y continuar a pie. Los árboles se arracimaban unos junto a otros como si quisieran sentirse acompañados, sus copas tocándose a veces, formando una compleja trama en la que no se adivinaba camino alguno. Viajar por aquel bosque en un velotransporte habría sido un suicidio. Y por la expresión ávida con la que Anakin lo contemplaba, saltaba a la vista que el chico estaba pensando precisamente eso mismo, y deseando agarrar los mandos del deslizador a la mínima oportunidad que él le diera.
Otra magnífica razón para continuar a pie.
- Creo que ése sería un buen escondite para el deslizador- dijo Qui-Gon, señalando un pronunciado saliente de roca, bajo el cual la erosión del viento había excavado un hueco casi tan grande como el hangar de un carguero.
- ¿Esconder el deslizador?- repitió Anakin, evidentemente desilusionado-. No me lo digas: no quieres meterte ahí con él y tenemos que ir andando.
- Exacto, Padawan, ¿qué esperabas?
El muchacho emitió un suspiro de resignación, y Qui-Gon tuvo que reprimir una sonrisa.
- Déjalo- dijo Anakin-. No he dicho nada. Caminaremos entonces.
No tardaron mucho en colocar el vehículo dentro de la oquedad y taparlo con ramas. Por fortuna, el deslizador estaba pintado de un discreto color verde oscuro que resultó fácil camuflar, y pudieron ponerse en marcha de inmediato.
***
La fruta muja y las cápsulas energéticas de Obi-Wan podían servir para aguantar unos días en caso de emergencia, pero no eran auténtica comida. Después de la caminata del día anterior, unida a las largas horas de privación que Padmé había sufrido durante su secuestro, la falta de alimento se estaba traduciendo en una debilidad física casi insoportable. La joven senadora estaba agotada, pero no quería quejarse, consciente de que su máxima prioridad en aquel momento era salir del planeta. Aún no estaban fuera de peligro y lo sabía. Por esa razón seguía poniendo tercamente un pie delante del otro, aunque el esfuerzo le resultase casi excesivo a veces. De no ser por Obi-Wan, que estaba pendiente de ella en todo momento y la obligaba a descansar con frecuencia, habría continuado sin parar hasta caer sin fuerzas.
- Puedo seguir un poco más, Obi-Wan- protestó Padmé a la tercera vez que se detuvieron durante la mañana.
- No es necesario.
- Sí lo es. Estoy haciendo que nos retrasemos. Y no lo niegues- añadió enfáticamente cuando Obi-Wan abrió la boca para responder-. Se supone que los jedi no deben mentir.
Él suspiró, exasperado-. Padmé, no es culpa tuya. Estás al límite de tus fuerzas por falta de alimentos adecuados. Y es mejor parar las veces que haga falta para que descanses, que seguir hasta que te desmayes, ¿no crees?
La mujer sabía que tenía razón, pero odiaba su propia debilidad. Estaba ansiosa por escapar de allí y librarse de aquella acuciante sensación de urgencia, de la incertidumbre de no saber cuándo aparecerían de nuevo sus perseguidores. A regañadientes, aceptó la verdad que había en las palabras de Obi-Wan y se sentó sobre una piedra.
Él permaneció de pie, mirando a su alrededor con aire pensativo, como escudriñando el aire. Padmé no le preguntó que ocurría, pero por la expresión de su rostro no le fue difícil imaginárselo: el jedi percibía que los piratas no andaban muy lejos. Podían ser atacados en cualquier momento, y entonces él tendría que luchar para defenderla, aunque le superasen en número. Tal vez podrían evitarlo si encontraban la forma de huir de allí lo bastante rápido, pero las frecuentes paradas les estaban haciendo perder ventaja. A pesar de todo, él seguía insistiendo en que la senadora se tomara las cosas con calma y no se cansara demasiado. La consideración que Obi-Wan estaba teniendo con ella la conmovió profundamente.
Aunque, si lo pensaba bien, tampoco era algo tan extraordinario que él la protegiese, ya que al fin y al cabo era para lo que le habían enviado allí. No había que darle tanta importancia. Obi-Wan estaba cumpliendo con su trabajo, nada más.
¿Por qué, entonces, se sentía como si él acabara de rescatarla de un nido de gundarks?
***
Al amanecer, Ralik Deloran salió del bunker encabezando la partida de búsqueda. No llevaban droides de rastreo esta vez, sólo los visores de larga distancia y sus años de experiencia.
Pocas horas después ya habían encontrado los primeros indicios de los dos fugitivos en el bosque. El rastro era del día anterior, pero aun así Deloran se sintió triunfante. Les llevaban una considerable ventaja, pero lo único que importaba era que ya se hallaban en el buen camino para dar con ellos. El resto era cuestión de tiempo.
Con aire confiado, Deloran hizo una señal a su grupo para que reemprendieran la marcha.
***
- Tengo una pregunta, Maestro- dijo Anakin, mientras caminaba al lado del silencioso Qui-Gon, esforzándose por mantener el paso que al jedi le permitían sus largas piernas.
- ¿De qué se trata?
- ¿Cómo vamos a encontrar a Obi-Wan y a Padmé? No tenemos ni idea de dónde pueden estar-. El muchacho miró a su alrededor, no encontrando otra cosa que árboles por todas partes. Aquello era tan extraño para él… Estaba habituado a los desiertos de Tatooine, a sus extensas llanuras donde la vista alcanzaba varios kilómetros, o bien a la gran metrópoli de Coruscant, donde cada sección era fácilmente identificable. Pero aquel bosque parecía extenderse hasta el infinito en una repetición de sí mismo, haciendo que incluso le resultara difícil orientarse.
- Ya hemos hecho esto antes, Anakin, ¿no lo recuerdas?- respondió Qui-Gon-. La Fuerza nos permite presentir a otros jedi si están cerca. Eso nos guiará.
El chico asintió. Desde luego que se acordaba. No olvidaría el ejercicio en Ragoon-6 aunque viviera cien años, después de lo cerca que habían estado de no contarlo. En realidad, lo había preguntado más por entablar conversación, que porque realmente tuviera curiosidad por la respuesta. El prolongado silencio de su Maestro y la monotonía del paisaje estaban empezando a sacarle de quicio.
- Sí, claro- asintió, pensativo-. Entonces, ¿ya has detectado la presencia de Obi-Wan?
- Sé que está vivo y que sigue en el planeta, pero aún no puedo decir dónde se encuentra. No está lo bastante cerca.
- Supongo que tratándose de Obi-Wan, te resultará más fácil, ¿no?- dijo Anakin.
A Qui-Gon no se le pasó por alto el leve toque de resentimiento que impregnó la voz de su padawan al hacer ese comentario aparentemente inocente. Dejando aparte por un momento la urgencia de su misión, se detuvo y agarró al chico por los hombros, obligándole a mirarle de frente.
- ¿Por qué dices eso?
Anakin sintió que enrojecía bajo la atenta mirada de su maestro. Se dio cuenta de que había dejado que sus celos le hicieran hablar demasiado.
- Bueno… como él fue tu padawan… - titubeó- …y sois tan buenos amigos… Quiero decir que tú tienes una conexión más fuerte con él que con otros jedi, ¿no?
Qui-Gon suspiró, entendiendo al momento lo que ocurría. En realidad era algo que venía intuyendo, y temiendo, desde hacía tiempo. El comportamiento rebelde de Anakin, su necesidad de atención casi constante… No se había detenido a pensar en ello con el cuidado que el asunto merecía, y ahora lo lamentaba. Porque de pronto todo cobró sentido en su mente: Anakin estaba celoso de la relación que Qui-Gon y Obi-Wan habían tenido como maestro y padawan.
La idea le dejó tan desconcertado que por un momento no supo qué decir. Era tan irónico que se habría reído si no fuera porque en realidad no le hacía ni maldita gracia. Si Anakin hubiera sabido las dificultades que Obi-Wan y él habían tenido que superar al principio de su relación… Qui-Gon no era tan accesible entonces como ahora. Si hasta se había negado a aceptarle como padawan varias veces… Había sido Obi-Wan, con su esfuerzo constante y su lealtad, quien le había cambiado, pero le habían hecho falta años. De hecho, podía decirse que Obi-Wan era el responsable de que, cuando conoció a Anakin, Qui-Gon estuviera preparado para asumir su aprendizaje sin dudarlo un segundo.
Pero por supuesto, Anakin no sabía nada de eso. Al parecer creía que el vínculo entre Qui-Gon y Obi-Wan era el modelo por el cual tenía que medir el de ellos dos. Y estaba claro que, en su propia mente, el muchacho perdía en la comparación.
El Maestro trató de armarse de paciencia. Sabía que tenía una misión urgente que cumplir, pero no quería dejar aquella conversación para más tarde. Ya había cometido ese error demasiadas veces con Obi-Wan, y no deseaba repetirlo con Anakin.
- Padawan…- empezó-… ¿eso te preocupa?
El chico bajó la vista, sin responder.
- Anakin- continuó Qui-Gon en tono suave-, que tenga una estrecha amistad con Obi-Wan es sólo lo normal. Fue mi padawan durante doce años, no puedes esperar otra cosa. Pero eso no interfiere en el vínculo que tenemos tú y yo. Tú eres mi padawan ahora.
- Lo sé, Maestro- contestó Anakin, avergonzado de sus sentimientos y aún más de que Qui-Gon se hubiera dado cuenta-. Perdóname, sé que es indigno de un jedi pensar de ese modo. Meditaré sobre ello, lo prometo.
Rogó por que con eso su maestro diera por terminada la conversación y siguieran su camino. Estaba deseando huir de aquella mirada escrutadora que al parecer podía leer en su interior con tanta facilidad y sacar a la luz todas sus debilidades. Por si no fuera suficiente con todos los defectos que Anakin sabía que tenía en comparación con Obi-Wan, ahora había que añadir el de los celos. Seguro que Qui-Gon estaba empezando a pensar que había cometido un error al tomarle como aprendiz. Seguro que se arrepentía de habérselo llevado de Tatooine. ¿Cómo no hacerlo?
- Contestando a tu pregunta- continuó Qui-Gon, interrumpiendo sus divagaciones-, sí, es posible que pueda presentir la presencia de Obi-Wan con más facilidad que la de cualquier otro jedi. Pero no tan claramente como cuando aún era mi padawan y teníamos un vínculo de aprendizaje. Sería más fácil si te estuviera buscando a ti.
Anakin levantó la vista, sorprendido-. ¿Quieres decir que tu conexión conmigo es más fuerte?
- Claro que sí. Tú eres ahora mi padawan, ya te lo he dicho.
Esas sencillas palabras bastaron para disipar los sombríos pensamientos de la mente de Anakin e hincharle el pecho de alegría. Una alegría que se parecía más a una sensación de triunfo que a una felicidad pura, pero trató de ahogar esa idea, considerándola mezquina. Él no estaba compitiendo con Obi-Wan. ¿O sí?
Fuera como fuese, le daba igual. Estaba demasiado contento como para preocuparse por eso, así que apartó el pensamiento de su mente sin más consideraciones.
Qui-Gon se sintió conmovido y preocupado al ver la expresión de júbilo que cruzó por el rostro de Anakin. Lamentaba que el chico se sintiera tan inseguro de su propia capacidad como padawan, y sabía que él era en parte responsable por ello. Pero no se le había escapado el destello de orgullo que había brillado en los ojos del muchacho al oírle decir que su conexión con él era más cercana que con Obi-Wan. Y eso le preocupaba enormemente.
Pero ya no podía perder más tiempo. La misión era lo primero, y aún estaban lejos de completarla. Tendría que seguir observando a Anakin y buscar una solución por su cuenta.
- Vamos- dijo, palmeando suavemente el hombro del chico-, sigamos nuestro camino.
Eso es todo por hoy, amigos.