apocrypha73: (SW_obidala)
apocrypha73 ([personal profile] apocrypha73) wrote2007-07-24 08:18 am

Perseguidos - Capítulo 6

Voy a subir otro capítulo, que hoy estoy algo así como eufórica. Por un lado, voy más o menos por la mitad del libro de HP y me está gustando muchísimo. Y por otro, ayer abrió un nuevo Media Markt por mi zona y fui para buscar un regalo de cumpleaños a mi hermana. Lo encontré, desde luego, pero también encontré la caja con las 7 temporadas completas de Buffy en DVD por 63,49 €. ¡63,49! Ni yo misma me lo terminé de creer hasta el momento de pasar por caja, pero era verdad. Ni que decir tiene que me la agencié. Es una de mis series favoritas de todos los tiempos, no podía faltarme.

Así que, con el ánimo muy arriba, allá va otro capitulito. Besos.

Habían estado caminando sin parar durante horas, pero aquel bosque parecía no tener fin. Obi-Wan levantó la vista hacia el cielo y comprobó que pronto oscurecería. Estaba tan cansado que apenas podía obligar a sus piernas a seguir moviéndose, y sabía que Padmé se sentía igual. Sin embargo, era reacio a detenerse aún. Si hubiera estado solo, le habría dado igual dormir al raso. Pero teniendo a la senadora con él, sentía que debía buscar un refugio más apropiado. Limitarse a acampar donde les pillara el anochecer, sin más techo que las copas de los árboles, no era su estilo. Si había algo que Obi-Wan Kenobi odiaba, era la improvisación, por más que hubiese pasado doce años de su vida junto a Qui-Gon "Vive El Momento" Jinn. O tal vez, precisamente por eso.

Pero parecía que no le iba a quedar otra alternativa. A su alrededor no se veían más que árboles en todas direcciones. Unas horas antes, tratando de hacerse una idea de dónde estaban, el jedi había trepado hasta lo alto de uno de esos árboles, y desde allí había divisado que el bosque acababa en una hilera de colinas rocosas, demasiado pequeñas para ser consideradas montañas, pero tal vez suficientes para servirles de escondite. Además, donde había colinas, probablemente habría un río, y ya les estaba empezando a hacer falta encontrar agua. La que contenía la fruta no era suficiente.

Así que se habían dedicado a buscar ese río. Lo habían localizado poco después, gracias a que el silencio del bosque les había permitido oír el rumor del agua en cuanto estuvieron un poco más cerca. Habían seguido la orilla, río arriba, desde entonces, sabiendo que el nacimiento de la corriente tenía que estar en las colinas. Avanzaban mucho más rápido ahora que ya no tenían que serpentear entre los árboles. Pero, aun así, estaba claro que no iban a poder alcanzar su objetivo esa noche.

- Será mejor que descansemos aquí- le dijo a Padmé-. Es un lugar tan bueno como cualquier otro, y no creo que podamos llegar mucho más lejos antes de que oscurezca.

- Estoy de acuerdo- contestó ella, con más alivio en la voz del que había pretendido poner. Se sentó inmediatamente en una gruesa raíz, y Obi-Wan contuvo una sonrisa. La mujer no se había quejado ni una sola vez en todo el día, pero saltaba a la vista que estaba agotada.

- Lamento haberte obligado a caminar tanto, Padmé- le dijo, acuclillándose frente a ella.

Ella le miró, algo sorprendida-. No me has obligado tú. Era necesario. Teníamos que alejarnos lo más que pudiéramos del campamento.

- Lo sé, pero esto no habría pasado si yo hubiera planeado mejor tu rescate- replicó el jedi, y al decirlo se dio cuenta de que ese sentimiento de culpabilidad le había estado aguijoneando todo el día sin que él lo admitiese-. Si no hubiera confiado tanto en la ventaja del elemento sorpresa, tal vez habría ocultado mejor el caza, y a estas horas estaríamos camino de Coruscant.

- ¿Eso piensas?

Obi-Wan suspiró-. Es algo a lo que he estado dando vueltas desde hace rato. Tuve mucho cuidado de que mi aterrizaje fuese difícil de detectar, y me aseguré de que nadie me veía acercarme al campamento. Pensé que si actuaba con la suficiente rapidez, estaríamos de nuevo en el espacio antes de que los piratas pudieran reaccionar. Por esa razón dejé el caza lo más cerca posible del complejo. Sin embargo, esos mercenarios demostraron una inteligencia con la que yo no contaba. En vez de perseguirnos por un terreno en el que llevábamos ventaja, se limitaron a buscar y eliminar nuestra vía de escape. Estos no son simples piratas, Padmé. Están muy bien entrenados, y ese Deloran es un estratega muy bueno. Yo le subestimé.

Ella le observó un momento, considerando sus palabras. Si Obi-Wan esperaba ver enfado o decepción en sus ojos, no lo encontró. Tal vez estaba demasiado cansada para enfurecerse con él, o tal vez su espíritu pragmático le impedía lamentarse por lo que podía haber sido. Fuera como fuese, la joven le miró a los ojos y le dijo-: Bueno, eso ya no tiene remedio. Sigo viva, y conservo mi memoria intacta. En estos momentos, me siento más inclinada a darte las gracias por ese hecho que a recriminarte cualquier error que creas haber cometido. Además,…- se metió la mano en un bolsillo y sacó una pieza de fruta, que colocó frente a su rostro con un gesto travieso-… me has traído muja. Puedo perdonarle cualquier cosa a un hombre que me invita a muja.

Obi-Wan no pudo evitar reír, sintiendo que se le aliviaba el peso que sentía en el corazón. Se sentó junto a Padmé en la raíz del árbol, sacó las raciones de emergencia y el resto de la fruta que habían llevado consigo, y se dispusieron a disfrutar de aquella extraña cena.

Ninguno de los dos habló durante un buen rato. La noche fue cayendo y el bosque quedó en penumbra, iluminado tan sólo por el tenue resplandor de las dos lunas, que les proporcionaba una sensación de intimidad difícilmente alcanzable a la luz del día. Se sentían cómodos el uno junto al otro, y el silencio no les pesaba. Padmé lo prefería así. Aunque ya había pasado lo peor, el recuerdo del miedo que había sufrido en manos de Deloran aún era demasiado reciente, al igual que el dolor por la muerte de Cordé. No se sentía con ánimos para mantener una conversación intrascendente, por muy grato que le resultara volver a ver a Obi-Wan después de tantos años. Él parecía haberlo intuido, y la joven le estaba agradecida por su delicadeza.

Miró de reojo al jedi, evaluándole. Había cambiado en aquellos años. No es que ella hubiera llegado a conocerle tan bien como para decirlo, pero recordaba a Obi-Wan como un joven serio, eficiente, profesional, incluso algo rígido. Ahora, en cambio, se le veía mucho más relajado, más maduro. Tal vez fuese el efecto de esa barba que se había dejado crecer, o del pelo, que ahora llevaba largo.

Pero no, no era sólo eso. Había algo más, algo más sutil. Con una perspicacia que era en parte innata y en parte aprendida tras años de defenderse en el mundo de la política, Padmé entendió lo que era: seis años atrás, Obi-Wan trabajaba junto al Maestro Jedi más extraordinario, pero también más impulsivo, que ella hubiese conocido jamás. Por una simple cuestión de equilibrio, el entonces aprendiz había asumido el papel de miembro sensato y prudente de la pareja, y lo tenía tan asimilado que había llegado a formar parte de su naturaleza. Pero ahora trabajaba solo, y al parecer eso le había infundido confianza, permitiéndole relajarse y ser más él mismo.

Desde luego, tenía todo el derecho del mundo a confiar en sus poderes. El modo en que la había rescatado demostraba que era un verdadero jedi, inteligente, fuerte y hábil. Y guapo, además. Siempre había sido atractivo, eso lo recordaba claramente. Pero ahora, con ese aire de madurez que había adquirido, estaba realmente apuesto.

"Alto ahí", se interrumpió Padmé, alarmada, al darse cuenta de la dirección que habían tomado sus pensamientos. "Por todos los cielos, no eres una colegiala estúpida que va por ahí babeando por cada jedi que se cruza en su camino. Eres una Senadora de la República, y se supone que tienes más autocontrol que eso. Como si no tuvieras cosas más importantes de las que preocuparte en este momento".

Desechó el asunto, diciéndose a sí misma que lo heroico de su rescate le había nublado el sentido, y echándole la culpa a la tensión acumulada durante los dos últimos días. De hecho, empezaba a notar que el cansancio la vencía, aunque todavía no se atrevía a intentar dormir. Tenía miedo de los sueños que pudieran asaltarla.

Pero ése era otro tema en el que tampoco quería pensar demasiado.

- ¿Crees que estamos seguros aquí?- preguntó a Obi-Wan, en parte para buscar una distracción, pero también porque de verdad necesitaba oírlo. Si se disponían a pasar la noche en aquel lugar, al menos quería saberlo.

- No, claro que no- respondió él, y la joven no supo si se alegraba de que fuese tan sincero-. Estoy seguro de que nos estarán buscando. Y, aunque este terreno es difícil para los androides de rastreo, no quiero volver a cometer el error de confiarme demasiado.

Obi-Wan esbozó una sonrisa ladeada al ver la expresión del rostro de Padmé-. Lo siento, senadora. Si esperabas que te diera seguridad, me temo que he conseguido justo lo contrario.

Ella se limitó a encogerse de hombros.

- No te preocupes- continuó el jedi-. Tú puedes descansar tranquila. Yo vigilaré.

- ¿Es que no piensas dormir en toda la noche?

- Algo así. Los jedi podemos mantener un estado de "letargo vigilante", por llamarlo de algún modo. Descansamos, pero no a un nivel tan profundo como el sueño, y en todo momento nos mantenemos abiertos a la Fuerza. Si hay algún peligro, lo sentiré a tiempo.

Ella le miró, suspicaz-. Me gustaría tener tu fe.

La sonrisa de Obi-Wan se hizo más amplia-. Bueno, tal vez yo pueda ayudarte en eso. Y ahora será mejor que descansemos, ha sido un día muy largo y no creo que mañana vaya a serlo menos.

Resignándose, ella miró a su alrededor, buscando un lugar que pareciera cómodo. Se sorprendió cuando él la tomó de la mano y la hizo ponerse en pie. Padmé volvió una mirada interrogante hacia su rostro.

- Senadora, ese traje que llevas…- dijo Obi-Wan, señalando con un ademán el uniforme de la guardia real de Naboo que ella vestía-… parece cómodo y práctico, pero no creo que te proteja debidamente del frío. Y apostaría a que la temperatura en este bosque todavía tiene que bajar unos cuantos grados más durante la noche.

Ella bajó la vista hacia su propio cuerpo. Hasta ese momento no se había dado cuenta, pero él tenía razón: comenzaba a sentir algo de frío. El uniforme, ajustado y flexible, estaba diseñado para proporcionar libertad de movimientos, no para pasar la noche al aire libre. Recordó el momento en que se lo había puesto: Cordé y ella, como de costumbre, habían intercambiado sus vestimentas en cuanto subieron a la nave que las llevaría a Coruscant. Era su uniforme el que Padmé vestía. El recuerdo le arrancó un suspiro triste.

Obi-Wan frunció el ceño al notar su malestar, pero no lo mencionó. Cuando ella tuviera deseos de hablar, hablaría-. Lo que intento decirte, Padmé, es que tendremos que utilizar mi manto para abrigarnos los dos.

Ella alzó los ojos, tan sorprendida que las palabras salieron de su boca antes de que tuviera tiempo de pensarlas-. ¿Estás proponiendo que nos acostemos juntos?

- Bueno, yo no lo expresaría de ese modo- respondió él, sin poder ocultar una sonrisa pícara que hizo que Padmé enrojeciera hasta las orejas.

- No, claro…- balbuceó-… es decir, sé que no es eso lo que querías decir, yo… umm, lo siento, Obi-Wan, yo…

- Tranquila.

- Pero es que, no sé…, no me parece adecuado.

- En Coruscant, tal vez no- replicó Obi-Wan-. Pero como tú misma dijiste, ahora no estamos en el despacho del Canciller. Debemos ser prácticos, Padmé, sabes que los dos nos congelaremos a menos que compartamos el manto.

Padmé le miró sin saber muy bien qué decir. Lo cierto era que el decoro no le preocupaba lo más mínimo, y confiaba plenamente en Obi-Wan. Su recelo no era por él, sino por ella misma, por lo atractiva que le resultaba la idea. Un minuto antes había tenido miedo de dormirse, temiendo que la asaltaran pesadillas de muerte y esclavitud con el rostro de Ralik Deloran como protagonista. Pero la perspectiva de irse a dormir entre los brazos de un jedi, sabiendo que él estaría junto a ella velando su sueño, lo cambiaba todo. Era algo de lo que podría llegar a depender.

- Vamos- insistió él ante su prolongado silencio-. ¿Es que no confías en mí?

La mirada de aquellos ojos del color del agua era tan abierta y sincera, que Padmé no pudo seguir resistiéndose. Qué demonios. ¿Tan malo sería dejar que alguien la cuidara a ella, para variar? ¿Aunque sólo fuese una vez?

A modo de asentimiento, Padmé apretó la mano de Obi-Wan, que aún sostenía la suya, y sonrió brevemente.

El jedi la guió hasta la base del árbol junto al que habían cenado. Se acomodó entre las raíces, apoyando la espalda en la dura corteza, y le indicó a la muchacha que se sentara en el hueco entre sus piernas. Ella lo hizo, dándole la espalda, pero se recostó confiadamente contra su pecho. Entonces él cerró el grueso manto de lana en torno a los dos, envolviéndola en una confortable nube de calidez.

Sólo tardó unos segundos en empezar a sentir que el sueño la invadía. Medio adormilada, murmuró-: Dime una cosa, Obi-Wan.

- ¿Sí?

- ¿Cuánto tiempo puede sobrevivir un jedi con ese "letargo vigilante" vuestro, antes de venirse abajo por el agotamiento?

Sintió la sonrisa de él aunque no la viera-. Ah, pues, varios años. No tienes por qué preocuparte, milady. Estarás bien.

Y ella le creyó.

 

***

 

Ralik Deloran estaba furioso. Odiaba quedar mal ante sus clientes, odiaba perder dinero, y sobre todo odiaba que sus planes, tan cuidadosamente elaborados, se torcieran.

Se maldijo una vez más por haber aceptado aquel encargo. La suculenta cifra que le habían ofrecido por capturar a esa maldita mujer no le compensaba por todos los problemas que ella le estaba causando. Especialmente si, como parecía, no iba a lograr que le pagaran.

Las horas que había tenido que pasar en el tanque de bacta mientras le cerraban la herida del brazo no le habían ayudado a aplacar su ánimo. Más bien al contrario. Verse obligado a permanecer inactivo mientras había tanto que hacer le sacaba de quicio. Pero no había tenido más remedio que dejar en manos de sus lugartenientes la organización de la partida de búsqueda y la desmantelación del campamento. No podían correr riesgos. Si los jedi conocían el emplazamiento de su escondite, aquél ya no era un lugar seguro. Probablemente, hasta tendrían que buscar otro planeta en el que asentarse. Complicaciones y más complicaciones.

Su intercomunicador escogió precisamente ese momento para empezar a sonar. Lo miró y reconoció el código de su comprador. Estupendo. No podía ser más inoportuno. Activó el dispositivo con un gruñido bajo, y ante sus ojos se materializó la conocida silueta encapuchada. Jamás había podido verle el rostro y tampoco sabía su nombre, pero eso era lo habitual, y a Deloran nunca le había importado siempre y cuando el cliente le mostrara su dinero. Y éste tenía dinero, de eso no había duda. Pero como Deloran sabía muy bien, los clientes con mucho dinero también solían tener muy mal genio cuando se les contrariaba. No contaba con que éste fuese una excepción.

- ¿Y bien?- la voz del misterioso encapuchado sonaba ligeramente distorsionada, metálica.

Ralik tomó aire con resignación. Bueno, mejor soltarlo de una vez y sin rodeos.- La capturamos, pero ha escapado. Un jedi la rescató. Sin embargo, estamos seguros de que no han salido del planeta. La encontraremos, cuente con ello.

El estallido de furia que esperaba no se produjo. En cambio, y para su sorpresa, el encapuchado esbozó una enigmática sonrisa.

- Bien- dijo-. Muy bien. Confío en su capacidad, señor Deloran. No me cabe duda de que este asunto se resolverá satisfactoriamente. Espero que me mantendrá informado.

- Por supuesto.

La conexión se cortó sin más, sin que el pirata hubiera salido aún de su asombro. Ni un solo reproche. Ni una sola señal de inquietud ante la idea de que la senadora hubiera desaparecido. Es más, si no supiera que eso era imposible, Deloran habría creído que el hombre se alegraba de saber que esa mujer andaba libre por ahí, y con un jedi para más señas.

¿Qué diablos estaba pasando aquí?

 

 

***

 

 

Al mismo tiempo, muy lejos de allí, en Coruscant, el Canciller Palpatine contemplaba la magnífica vista de la ciudad que se obtenía desde sus habitaciones privadas.

Giró la cabeza hacia un lado, hacia el sillón donde había dejado el manto encapuchado que tan convenientemente le ocultaba el rostro durante las transmisiones. Era curioso, por no decir irónico, que aquella prenda, aparentemente diseñada con el fin de ocultar su identidad, para él tuviera justo el efecto opuesto. Era al quitarse el manto negro cuando realmente se disfrazaba. Sonrió con malicia. Y era un disfraz condenadamente bueno.

Volvió a mirar el paisaje que le ofrecían los enormes ventanales. La ciudad-planeta de Coruscant se abría a sus pies como una enorme alfombra de luces. Y efectivamente, algún día estaría de verdad a sus pies. Si tenía paciencia.

Apartándose de la ventana, caminó hacia su escritorio con paso tranquilo. La conversación con Deloran le había complacido mucho. Desde luego ya estaba al corriente de que Obi-Wan Kenobi había quedado atrapado en Zahr. Y, por supuesto, se había asegurado de que Qui-Gon Jinn y su aprendiz fuesen enviados en su ayuda. Habían bastado un par de sutiles sugerencias, dejadas caer en los oídos adecuados.

Pero para que sus planes se desarrollaran según lo previsto, era necesario que también la joven Amidala estuviera presente, y para eso le había servido Deloran. Aquel patán jamás podría imaginarse que la senadora era sólo un mero instrumento para sus planes. Su verdadero objetivo siempre había sido Anakin Skywalker.

¡Oh, ese joven Anakin no tenía precio! Su enorme potencial en la Fuerza tan sólo era comparable con su ingenuidad. Se creía muy hábil en el arte de esconder sus sentimientos, pero para el Lord Sith era tan transparente como el cristal de la ventana por la que miraba. Todas esas poderosas emociones bullendo en su interior: pasión, orgullo, ira, rebeldía… El chico era un auténtico diamante en bruto para el Lado Oscuro, a poco que él supiera darle el estímulo necesario. Palpatine había percibido con claridad la inseguridad del muchacho, los celos que tenía de Obi-Wan Kenobi, y sobre todo el amor platónico que sentía por Padmé Amidala, y que atesoraba en su interior como su mayor secreto. Emitió una carcajada que habría provocado escalofríos de haber sido oída por alguien. Aquellos patéticos peleles que se llamaban a sí mismos Maestros de la Fuerza eran incapaces de darse cuenta de nada, a pesar de que vivían a su lado día tras día. Pobres diablos. No verían llegar su fin hasta que les golpeara en las narices.

Bien, ya había puesto todos los ingredientes en el fuego. Ahora tan sólo tenía que esperar a que se cocieran. Palpatine suspiró con satisfacción. Sí, estaban ciegos, sin duda. Por suerte para él.


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