![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
Perseguidos - Capítulo 5
Así que ahí va un trocito más. Besos.
Las tupidas copas de los árboles filtraban los rayos de sol más intensos, creando una bóveda natural que protegía el suelo del calor más despiadado, y ocultaba de ojos indiscretos a las dos solitarias figuras que caminaban bajo sus ramas. Gracias a su fresca sombra, el suelo del bosque había acabado convirtiéndose en una mullida alfombra de hojas y musgo, que amortiguaba el sonido de sus pasos y perfumaba el aire con una fragancia deliciosa.
Sin embargo, Obi-Wan apenas era consciente de la belleza que les rodeaba. Toda su concentración estaba puesta en la tarea de percibir cualquier aviso de peligro procedente de los alrededores. Abriendo su mente a la Fuerza, dejaba que ésta le guiase en la elección del rumbo a seguir.
No había ninguna senda definida en aquel bosque, ni humana ni animal. Así, se veían obligados a trazar un camino sinuoso entre los árboles, cuidando de mantener siempre la misma dirección a pesar de los continuos rodeos. Afortunadamente se hallaban en la estación cálida de aquel hemisferio, por lo que Obi-Wan calculó que todavía disponían de unas doce o catorce horas de luz, por lo menos.
De pronto notó que Amidala ya no estaba junto a él y se detuvo en seco. Volvió la cabeza hacia atrás y la vio a pocos pasos de distancia, apoyada en un árbol con una mano y cubriéndose los ojos con la otra. Respiraba profundamente y muy rápido.
Obi-Wan estuvo a su lado en un segundo-. ¿Se encuentra bien?
- Es sólo un pequeño mareo. Se me pasará en seguida- contestó ella, aunque su voz sonaba mucho menos firme que sus palabras.
Utilizando la Fuerza, Obi-Wan comprobó que la muchacha estaba muy débil. Sólo la adrenalina la había mantenido en pie hasta ese momento. Maldiciéndose por no haberlo notado antes, la sujetó por los brazos y la ayudó a sentarse sobre un tronco caído.
- Milady, ¿cuándo fue la última vez que comió algo?- le preguntó con suavidad.
Padmé se lo pensó un momento antes de contestar, como si tuviera que hacer un esfuerzo para localizar el recuerdo.
- Antes de salir de Naboo, creo- dijo por fin-. Unas treinta y seis horas, o puede que más.
Obi-Wan renegó por lo bajo. Su nivel de azúcar en sangre debía de estar bajo mínimos, especialmente después del esfuerzo que acababa de realizar. Era un milagro que no se hubiese desmayado. El jedi sacó de su cinturón las raciones de emergencia que llevaba y le tendió una.
- Cómase esto. No es muy apetecible, pero le ayudará a recuperarse un poco. Mientras, veré qué más puedo encontrar por aquí.
Demasiado cansada para replicar, Padmé asintió con la cabeza y aceptó la cápsula energética que Obi-Wan le ofrecía. No le parecía prudente demorarse allí, pero él tenía razón. Si no recobraba sus fuerzas, pronto el jedi tendría que llevarla a cuestas.
El hombre se irguió y con un "vuelvo en seguida", desapareció entre los árboles.
Obi-Wan miraba hacia arriba, a las ramas más bajas del árbol que tenía delante, sin apenas poder creer en su buena suerte. De todas las plantas o raíces comestibles que había esperado encontrar, jamás se habría atrevido a soñar con un árbol de muja. Sin embargo, ahí estaba. Y no uno, sino muchos. Todos ellos cargados de su jugoso y dulce fruto que, además de estar delicioso, aportaba al cuerpo una gran cantidad de agua y nutrientes. Justo lo que necesitaban.
Bueno, pensó con una sonrisa. Tal vez era la forma que tenía la Fuerza de compensarle por la pérdida de su caza. Con agilidad, se encaramó en una rama lo bastante gruesa para soportar su peso y comenzó a recoger los frutos, usando un extremo de su manto para depositarlos. Cuando consideró que ya tenía todos los que podía llevar, bajó al suelo de un salto y empezó a desandar el camino hasta el lugar donde había dejado a la Senadora. Inconscientemente apretó el paso. No sabía por qué, pero sentía la necesidad de volver con ella en seguida. Le desagradaba la idea de dejarla sola demasiado tiempo, por mucho que sus perseguidores se hubieran quedado atrás. En ese aspecto, no estaría tranquilo hasta que pusiera a la mujer a salvo en Coruscant.
Cuando llegó hasta ella no vio ninguna señal de peligro, pero entendió al instante el por qué de su inquietud.
Padmé tenía el rostro oculto entre las manos y estaba llorando.
Siguiendo un impulso, Obi-Wan corrió a su lado, dejó caer la fruta al suelo y la abrazó con fuerza. No dijo nada ni ella tampoco, pero se aferró a él como si fuese una tabla en medio del océano, enterró la cara en su amplio pecho y sollozó violentamente.
El jedi la sostuvo mientras ella se desahogaba. Era una sensación extraña y a la vez no lo era. Lo cierto era que Obi-Wan no estaba muy acostumbrado a esa clase de cercanía física, pues los jedi se apoyaban más en la comunicación que les brindaba la Fuerza para relacionarse entre ellos. Que él recordase, las ocasiones en que alguien le había abrazado de esa forma se podían contar con los dedos de una mano. Sin embargo, ahora le parecía que rodear con sus brazos a aquella chica mientras lloraba era la cosa más natural y más fácil del mundo. Ni siquiera había tenido que pensar si estaba haciendo lo correcto. Sabía que lo era.
- Lo siento…- la oyó murmurar entre hipidos-… Es sólo que de pronto… comprendí que ya ha pasado todo… y ha sido tan… estaba tan asustada y… es como si todo se me hubiera venido encima de repente ahora que ya no tenía que ser fuerte y… y Cordé,… ¡oh, dioses, Cordé!
Por instinto, Obi-Wan comenzó a acariciarle con suavidad la espalda. Poco a poco, la muchacha se fue tranquilizando lo suficiente como para contarle lo sucedido desde que el Nubian fue interceptado. Cuando le explicó cómo Deloran le había revelado que sabía quién era ella, y cómo luego había matado a Cordé, Obi-Wan se tensó e inconscientemente la abrazó más fuerte.
- No dejo de ver su cara cada vez que cierro los ojos- susurró la muchacha, con la voz temblándole de nuevo-. Incluso tengo miedo de dormir por si lo revivo todo en sueños.
- Se tarda un tiempo- contestó él, también en voz baja-. Y nunca se olvida del todo. Pero llega un momento en que ya no duele tanto.
Algo en la forma en que lo dijo hizo que Padmé alzara la vista hacia su rostro. Le miró a los ojos y vio comprensión en ellos, la clase de comprensión que sólo podía brindar alguien que había vivido la misma experiencia.
- Tú también sabes lo que es ver morir a un amigo, ¿verdad?- le preguntó, aunque ya sabía la respuesta.
Obi-Wan asintió, mientras sus propios recuerdos le inundaban. Hacía mucho tiempo que no había pensado en Cerasi. ¿Cuánto hacía de aquello, diecisiete años, dieciocho tal vez? Sin embargo, todavía podía evocar el dolor que le provocó su muerte. Era una cruel ironía que, si trataba de rememorar la sonrisa de la muchacha, o su mirada desafiante cuando discutía con él, o el eco de su voz, no era capaz de obtener más que una vaga imagen, borrosa e indefinida, de una niña pelirroja y esbelta. En cambio, la expresión de su rostro al morir estaba grabada en su memoria con una nitidez terrorífica. Pero lo más extraño de todo era que hubiera podido mencionarlo siquiera. Nunca le había resultado fácil hablar de Cerasi y de lo que le ocurrió en Melida/Daan, ni siquiera con sus amigos más íntimos. Y no es que tuviera intención de contárselo a aquella muchacha en ese momento, pero tenía la inexplicable sensación de que con ella sí sería capaz.
Padmé no dijo nada más, pero volvió a apoyar la frente en el hombro del jedi y se permitió saborear durante unos segundos la sensación de seguridad que le proporcionaba. Saber que él la entendía hacía que se sintiera menos sola. De pronto, le pareció como si los seis años transcurridos desde la invasión de Naboo se hubieran esfumado, y sintió renovarse en ella la confianza con que había puesto su vida en manos de dos Caballeros Jedi, de aquel Caballero Jedi en particular. Sin embargo, su sentido de la dignidad no tardó en hacer acto de presencia, y la mujer se enderezó, apartándose de Obi-Wan.
- Gracias- murmuró.
- No hay de qué- respondió él, levantándose para recoger la muja que había quedado olvidada en el suelo-. Y ahora, milady, es hora de desayunar.
Amidala emitió una especie de risa, breve y amarga, que le tomó por sorpresa. El jedi la miró, arqueando una ceja.
- Por todos los dioses, Obi-Wan- dijo ella en voz baja, y en contraste con sus ojos tristes, a sus labios asomaba lo más parecido a una sonrisa genuina que el hombre le había visto lucir desde que la encontrara esa mañana-. Acabas de salvarme la vida, me has dejado llorar en tu hombro, estamos en mitad de un bosque huyendo de unos piratas, y tú sigues tratándome con tanta formalidad como si nos encontrásemos en el despacho del Canciller Palpatine- meneó la cabeza-. Dime, ¿cómo debería llamarte yo a ti, "Maestro Kenobi"?
Él le dedicó una de sus personalísimas medias sonrisas-. Me halagas, señora. No soy Maestro todavía.
- Ah, pues entonces, razón de más para que usemos los nombres de pila- replicó ella-, porque "Caballero Kenobi" resulta demasiado largo para ser práctico.
- Estoy de acuerdo.
- Bien. Me llamo Padmé.
- Lo sé.
Volvió a sentarse a su lado en el tronco de árbol y le tendió una pieza de la exquisita fruta. Padmé la aceptó agradecida, y los dos comieron en agradable silencio.
Obi-Wan repasaba la conversación que acababan de mantener, mientras mordisqueaba distraídamente la fruta. Había algo que Padmé todavía no le había contado, de eso estaba seguro, pero no se atrevía a sacar otra vez el tema. Aún tenía que decidir si creía que la muchacha realmente se sentía mejor o tan sólo estaba tratando de contener sus emociones para no venirse abajo. Su opción más lógica habría sido utilizar la Fuerza para averiguarlo, pero no le parecía correcto. No había dudado en hacerlo antes, para comprobar su estado de salud, pero esto era diferente. Ahora se trataba de sus sentimientos, sería como… invadir su intimidad. Padmé no era una jedi que pudiera percibirle si conectaba con ella, ni podía bloquearle si lo deseaba.
De modo que tuvo que conformarse con echar una mirada disimulada hacia ella de vez en cuando, tratando de percibir tensión en sus gestos o en su semblante. Pero nada en su actitud delataba lo que estaba pensando. Padmé no había dedicado su vida a la política sin aprender nada, pensó Obi-Wan con cierto sarcasmo.
De todas formas no podría posponerlo mucho tiempo. Que el secuestro de Padmé hubiera sido deliberado lo cambiaba todo, ya no se trataba de una simple misión de rescate sino de algo mucho más serio. Tendrían que desvelar la identidad de quienes hubieran tramado aquella conspiración si querían que la joven senadora volviera a estar realmente a salvo. Y para ello necesitaría toda la información que ella pudiera darle.
Volvió a mirarla de soslayo, pero esta vez se encontró con los ojos de ella contemplándole, serenos y secos, fijos en él con tanta intensidad que por un irracional segundo el jedi se preguntó si no se había equivocado, y en realidad la joven sí era capaz de percibir sus pensamientos.
- Estoy bien, Obi-Wan- dijo ella con voz tranquila, casi confirmando su idea-. Deja de mirarme como si me fuera a romper en cualquier momento. Si quieres hablar de ello, hazlo. Pregunta lo que quieras. Yo también quiero respuestas.
Un recuerdo cruzó por la mente del jedi, de una Padmé mucho más joven, casi una chiquilla, mirándole con aquella misma expresión decidida mientras planeaba una incursión para recuperar su palacio real y expulsar a los invasores de su planeta. En aquel momento la había admirado por su valor y su entrega, pero sólo ahora se dio cuenta de lo fuerte que era en realidad.
Y también, inesperadamente, notó otra cosa: que Padmé ya no era la chiquilla que él recordaba, sino una mujer. Muy hermosa, por cierto.
Obi-Wan se sacudió esa idea de la mente y tragó saliva, antes de hablar-. Necesito que me cuentes todo lo que recuerdes de tu conversación con Deloran. Todo, hasta los detalles que te parezcan insignificantes.
- Está bien- suspiró ella, tomándose un momento para poner sus pensamientos en orden-. Después del impacto que me produjo el asesinato de Cordé, me puse furiosa. Me encaré con él y le pregunté por qué no me mataba a mí también. Él dijo que sólo cumplía con lo que le habían ordenado, y que para mí tenía un destino diferente. Dijo que… que me iban a borrar la memoria para venderme como esclava.
Padmé vio que Obi-Wan se estremecía visiblemente y que por un momento su rostro se desencajaba, pero no pudo adivinar por qué y él no hizo ningún comentario. En seguida recobró la compostura, pero la mujer notó en sus ojos un destello de rabia que no estaba ahí antes.
- El resto ya lo sabes- continuó-. A la mañana siguiente vinieron a buscarme y apareciste tú. Eso es todo. Sé que no es gran cosa, lo siento. Yo también estoy desconcertada. Si alguien tiene tanto interés en hacerme desaparecer, ¿por qué no matarme? Les habría ahorrado muchos problemas.
Obi-Wan guardó silencio unos segundos, meditando su respuesta.
- Puede que no se trate tan sólo de hacerte desaparecer, Padmé- contestó por fin-. Sea quien sea, ha elaborado un plan muy complicado y muy costoso para llegar hasta ti. Nadie se tomaría tantas molestias simplemente para apartar de su camino a un enemigo. Todo esto parece más bien una venganza.
- ¿Venganza?- repitió ella, abriendo desmesuradamente los ojos.
- Sí. Querían hacerte daño, Padmé. Matarte no les bastaba. Querían doblegarte. Hacerte sufrir… y probablemente también querrían disfrutarlo.
Obi-Wan y Padmé se miraron a los ojos. El significado de aquellas palabras cayó en el corazón de la joven como un cubo de agua helada, y palideció.
- ¿Estás tratando de decirme que los que ordenaron mi secuestro pensaban tenerme como su esclava?
No podía ser, era demasiado horrible, demasiado… retorcido. Sin embargo, el jedi asintió muy serio.
- Es lo que creo. Si no ellos directamente, alguien a quien controlasen. Pero pienso que querrían que estuvieras en algún lugar donde pudieran verte de vez en cuando.
- Pero… pero- sintió que se ahogaba y tuvo que ponerse de pie para tomar aire-… ¿quién puede odiarme tanto?
Obi-Wan la contempló durante un largo momento antes de responder.
- Eso sólo lo sabes tú, Padmé.
La mujer cerró los ojos, desesperada. Sólo había una respuesta posible a esa incógnita, pero admitirlo sería revivir una pesadilla que creía haber dejado atrás hacía mucho tiempo. Le asustaba pronunciar las palabras en voz alta, concederles la legitimidad que eso les daría. Sin embargo, negarse a aceptarlo no haría que desapareciese la amenaza que se cernía sobre ella.
- El virrey de la Federación de Comercio- murmuró débilmente.
El jedi asintió- Salvo que te hayas ganado nuevos enemigos en los últimos seis años, es lo más probable.
Padmé volvió a sentarse en el tronco del árbol, tratando de serenar su expresión mientras lo hacía.
- De todos modos, aún no tenemos ninguna prueba- continuó Obi-Wan-. No podemos estar seguros de que sea él o alguien de la Federación quien haya tramado esto.
- El juicio es el mes que viene…- murmuró ella con aire ausente.
- ¿Cómo?
Padmé levantó la vista hacia él, saliendo de su ensimismamiento.- El tercer juicio contra el virrey. Es el mes que viene. Hasta ahora, siempre ha conseguido de un modo u otro que el tribunal le deje libre, pero nosotros seguimos apelando. No estamos dispuestos a rendirnos. Y yo soy quien representa a Naboo. Si querías un motivo, ahí lo tienes.
- Aun así, el hecho de que exista un móvil no demuestra nada- contestó él-. No podemos permitirnos el lujo de seguir una corazonada en un asunto tan grave. Si descartamos otras posibilidades y nos equivocamos, podríamos ponerte en un peligro mucho mayor.
- ¿Qué haremos entonces?
- Debemos esperar- contestó él-. No tardaremos mucho en recibir ayuda del Templo Jedi. El transmisor de mi caza estaba conectado con ellos, así que su destrucción habrá hecho saltar una alarma. Enviarán un equipo jedi a buscarnos. Mientras tanto, será mejor que nos concentremos en mantenernos vivos.
***
Anakin Skywalker se mantenía respetuosamente un par de pasos por detrás de Qui-Gon Jinn, mientras éste saludaba a los miembros del Alto Consejo Jedi. De pie en el centro de la amplia sala, iluminados por la luz del sol que entraba por todos los ventanales, Maestro y Padawan aguardaron a que alguno de los venerables jedi que les rodeaban les explicara el motivo por el que habían sido convocados.
Fue Mace Windu quien inició la conversación.
- Qui-Gon, os hemos hecho venir para confiaros una misión de máxima urgencia- comenzó, y su voz, habitualmente serena y neutra, no ocultaba cierto tono de inquietud-. Hemos recibido una señal desde Zahr que indica que el caza de Obi-Wan ha sido destruido.
- Pero él esta vivo- respondió automáticamente Qui-Gon. Puede que ya no compartiese un vínculo de aprendizaje con Obi-Wan, pero estaba seguro de que si le hubiese ocurrido algo malo a su antiguo padawan, él lo habría sabido.
- Vivo está- intervino el Maestro Yoda, asintiendo-. En la Fuerza lo siento. Pero en peligro hallarse podría. Capturado, tal vez.
- Además, no olvidemos que fue enviado allí con el cometido de rescatar a la Senadora Amidala- continuó Mace-. Obi-Wan no llegó a contactar con el Templo antes de que todo esto ocurriese, de modo que no sabemos si la ha encontrado o no, o tan siquiera si ella sigue con vida. Pero lo que está claro es que, en cualquier caso, Obi-Wan necesita ayuda.
Anakin dio un respingo involuntario, y sintió que su corazón se aceleraba. Consciente de que se hallaba rodeado de una docena de grandes Maestros de la Fuerza, elevó sus escudos mentales al instante, rezando porque Qui-Gon no se hubiera dado cuenta de su agitación.
Al enterarse del ataque de los piratas al crucero de Padmé, el muchacho había sentido muchas emociones distintas, entre las que, con cierta vergüenza, reconoció los celos. Estaba celoso de Obi-Wan por haber sido elegido para rescatarla. Si le hubieran enviado a él… En su fantasía, se vio a sí mismo salvando heroicamente a la joven senadora, y ganándose su admiración incondicional. Le resultaba tan fácil imaginarse la escena… ella le miraría maravillada, y descubriría que el niño al que había conocido seis años antes ya era un hombre. Un poderoso Caballero Jedi, además. Y entonces…
Sus divagaciones habían sido interrumpidas en ese punto por una severa mirada del Maestro Qui-Gon, lo cual le había hecho tener más cuidado con sus pensamientos a partir de entonces. Pero ahora, apenas un día después, el Consejo les estaba enviando a Zahr para completar el trabajo que Obi-Wan no había sido capaz de realizar. Casi como si sus alocados sueños se estuvieran haciendo realidad. El joven aprendiz no pudo reprimir la anticipación que se le alojó en la boca del estómago ante la perspectiva de una aventura como ésa, y sobre todo ante la posibilidad de volver a ver a Padmé. La bella y dulce Padmé, cuyo recuerdo había atesorado durante aquellos seis años como un icono.
Apenas escuchó nada de lo que el Maestro Windu le explicó a Qui-Gon durante el resto de la reunión. Cuando éste último se inclinó respetuosamente a modo de despedida, Anakin le imitó y salió de la sala tras él, impaciente por abandonar el Templo y ponerse en camino.